sábado, 18 de septiembre de 2010

Brigham Young - La Salvacion


Un Discurso Pronunciado por el presidente Brigham Young en el Tabernáculo, en la Gran Ciudad del Lago Salado, Enero 16, 1853. 


El plan de salvación, o en otras palabras, la redención de los seres caídos, es el tema que debe ocupar la atención de toda la inteligencia que pertenece a los seres caídos. No me gusta el término de los seres caídos, entonces diré la inteligencia sujeta, la cual me conviene más—sujeta a la ley, el orden, el dominio y el gobierno. Todas las inteligencias están comprometidas en este gran objetivo; no obstante, sin una comprensión correcta de este principio verdadero, ellos van y vienen, algunos a la derecha, otros a la izquierda. No hay ninguna persona en este mundo con una parte común de intelecto que no esté trabajando para su salvación con todo su poder. Los hombres varían en sus esfuerzos para obtener aquel objetivo, no obstante concluyen individualmente que lo lograrán eventualmente. El comerciante, por ejemplo, lo busca con diligencia sin cansancio, aguantando pérdidas por mar y por tierra con una paciencia inalterable, para amontonar una cantidad suficiente de riqueza para permitirle instalarse calmadamente en pos de la plenitud en alguna ciudad opulenta, para caminar entre las clases más altas de la sociedad y para tal vez recibir un título o un honor mundano y para disfrutar una libertad total de la ansiedad de los negocios y de la restricción de la pobreza durante el resto de su vida. Entonces él supone que ha obtenido la salvación.

Bajad desde las clases medias ocupadas en la búsqueda de la riqueza hasta el grado más humilde de la sociedad y seguidlos en sus varias ocupaciones y sus labores para ver que cada uno de ellos está buscando diligentemente lo que imagina que es la salvación. El mendigo pobre, harapiento, tembloroso que el hambre y el frío obligan a arrastrar su cuerpo débil de un refugio momentáneo para buscar un pedazo de pan o una moneda de otro ser humano, si él sólo puede obtener unas migajas de pan para satisfacer el gusano de hambre que roe sus entrañas y unos centavos para pagar su hospedaje, ha logrado la cumbre de sus esperanzas, de lo que buscaba de la salvación; él es relativamente feliz pero su felicidad se desvanece con los matices de la noche y su miseria viene con la luz de la mañana. Desde el casamentero hasta el tendero, todos tienen un fin que perciben el cual ellos suponen les traerá la salvación. El rey, el cortesano, los comandantes, los oficiales, y los soldados comunes, el comandante y el marinero ante el mástil, el cristiano de pelo ligero, el salvaje de piel oscura, todos en sus grados respectivos y sus esferas de acción, tienen un cierto punto de vista el cual si pueden obtenerlo será en pos de la salvación.
El Santo de los Últimos Días, quien está lejos del seno de la Iglesia, cuyo hogar está en climas distantes, sinceramente suspira y ora cada día de su vida para que el Señor abra su camino para que pueda reunirse con sus hermanos en Sión, pues él supone que su felicidad entonces sería completa, pero en esto sus expectativas serán en vano porque la felicidad que es verdadera y duradera por naturaleza no se puede disfrutar por los mortales puesto que es algo fuera de este estado transitorio.

Si la capacidad del hombre se limitase a las cosas de este mundo, si él alcanzase solamente a lo que pueden ver los ojos, sentir con las manos y comprender con la habilidad del hombre natural, todavía él estaría diligentemente involucrado en la búsqueda de su salvación, tal como los otros que poseen un intelecto superior y también están persiguiendo el camino de la salvación, en su opinión, aunque resulte en nada más que un buen nombre o en los honores de este mundo. Cada uno, según su capacidad a la organización natural del sistema humano, el cual tiene la tendencia de ser influido por las circunstancias y las influencias que lo rodean, está ansioso de obtener lo que cree ser la salvación tanto como yo para obtener la salvación en el mundo Eterno.

El objeto de la salvación verdadera, comprendida correcta y detalladamente, cambia el curso de la humanidad. Las personas instruidas por sus maestros, amigos y conocidos están acostumbrados desde su juventud a creer que no hay ningún Dios ni seres inteligentes además de los que pueden ver con el ojo natural o de lo que pueden comprender naturalmente; que no hay ninguna vida después de ésta; que con la muerte se aniquila toda vida e inteligencia. Tales personas son tan firmes en su creencia y tan rigurosos en su argumento a favor de estas doctrinas como los demás en la creencia de la existencia de un Dios Eterno. Las costumbres y las enseñanzas tempranas de los padres y los amigos hasta cierto punto influyen las mentes de los niños pero cuando están dispuestos a preguntarle a Él quien tiene la inteligencia eterna para compartir con ellos, cuando su comprensión se amplia, cuando sus mentes se iluminan por el Espíritu de la verdad, para que puedan ver las cosas que no se notan con el ojo natural, ellos pueden ser corregidos en su doctrina, en su creencia y en su manera de vivir pero no antes.

¡Cuán difícil es enseñar al hombre natural que comprende solamente lo que él ve con el ojo natural! ¡Cuán difícil es para él creer! Cuán difícil sería convencer al filósofo que durante muchos años se ha convencido de la creencia de que su espíritu no existe más cuando su cuerpo duerme en la tumba de que su inteligencia vino de la eternidad y que es tan eterno en su naturaleza como los elementos o como los dioses. Tal doctrina para él sería una vanidad y una tontería más allá de su comprensión. De hecho es difícil remover una opinión o creencia que él ha discutido desde la mente del hombre natural. Hablar con él acerca de ángeles, los cielos, Dios, la inmortalidad y la vida eterna, para sus oídos es como el son de cuernos o un tintineo de címbalos a sus oídos; no tiene música para él; no tiene nada para encantar sus sentidos, tranquilizar sus sentimientos, atraer su atención o llamar sus afectos ni mucho menos; para él todo es vanidad. Decir que la familia humana no busca la salvación es algo contrario a mi experiencia y a la experiencia de cada persona que he conocido. Todos están deseosos de la salvación, algunos de una manera, otros de otra; pero todo es oscuridad y confusión. Si el Señor no habla de los cielos para tocar los ojos de su entendimiento por Su Espíritu, ¿Quién les puede instruir o guiar para que sean buenos? ¿Quién puede darles las palabras de vida eterna? El hombre no tiene el poder para hacerlo; pero cuando el Señor da Su Espíritu a una persona o a un pueblo, ellos entonces pueden oír, creer y ser instruidos. Un élder de Israel puede predicar los principios del Evangelio, desde el principio hasta el fin tal como le han enseñado a una congregación que lo ignora; pero si él no lo hace bajo la influencia del Espíritu del Señor, no puede iluminar a esa congregación sobre esos principios, es imposible. Job dijo que “Hay un espíritu en el hombre y la inspiración del Todopoderoso le da entendimiento.” A menos que aprovechemos de este entendimiento en esta probación, no podemos crecer o aumentar, no podemos conocer los principios de la verdad y la dignidad para llegar a ser exaltados. Admitir que el Espíritu del Señor debe darnos entendimiento, ¿Qué nos demuestra? Al menos me demuestra a mí lo que puedo decir con confianza a esta congregación de Sión que está aquí. Cuando estamos dispuestos a darnos perfectamente a la dignidad, para rendir todos los poderes y las facultades del alma (lo cual es el espíritu y el cuerpo donde habita la dignidad); cuando somos tragados por la voluntad de Él que nos ha llamado; cuando disfrutamos la paz y las sonrisas de nuestro Padre en los Cielos, las cosas de Su Espíritu y todas las bendiciones que estamos capacitados para recibir y mejorar, entonces estamos en Sión, esto es Sión. ¿Qué es lo que produce lo opuesto? Nada más que escuchar y admitir la maldad.

Si una comunidad de gente se dedica perfectamente a la causa de la dignidad, la verdad, la luz, la virtud y cada principio y atributo del Evangelio santo, podemos decir de ese pueblo tal como el Apóstol antiguo dijo a sus hermanos: “¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”; hay una habitación del Padre y el Hijo. Somos los templos de Dios pero cuando estamos sobrecargados de la maldad al ceder a la tentación, nos privamos del privilegio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para que more entre nosotros. Somos su pueblo por nuestro llamamiento y nuestra profesión además por nuestras obras diarias, de las cuales se debe decir que, “Vosotros sois templos de Nuestro Dios.” Dejadme preguntaros, ¿Qué puede impedir que cualquier persona de esta congregación sea tan bendecida para llegar a ser un templo santo digno para que more el Espíritu Santo? ¿Te ha negado estas bendiciones algún ser en los cielos o en la tierra? No, pero os dejaré meditar en la razón por la cual la gente no tiene estos privilegios. Ojalá que cada alma que pretende ser un Santo de los Últimos Días tuviera dicho carácter, un templo sagrado para morar el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no es así. ¿Existe algún individuo dentro del sonido de mi voz hoy día que ha recibido el Espíritu Santo por medio de los principios del Evangelio y que al mismo tiempo no haya recibido el amor de ellos? Voy a contestar esa pregunta. Mirad al individuo que cae o que ha tenido la semilla de la verdad en él pero no ha producido raíz, entonces sabréis que estos individuos han recibido la verdad sin recibir el amor por ella—no la aman por sí misma. Que aspecto agradable presentaría esta comunidad si todos los hombres y mujeres, viejos y jóvenes, estuvieran dispuestos a dejar sus propios pecados y locuras y a ignorar los de sus vecinos. ¡Si solamente ellos dejaran de mirar la iniquidad de sus vecinos para examinarse a sí mismos para liberarse de ella! ¡Si solamente ellos trataran con todo su poder de santificar al Señor en sus corazones para comprobar con sus acciones que han recibido la verdad y un amor por ella! Si todos los individuos se miraran a sí mismos para no hablar contra el Padre, contra el Hijo, contra el Espíritu Santo o contra cualquier ser en el cielo o en la tierra. ¡Aunque parezca extraño hay hombres en esta Iglesia que lo han hecho y probablemente lo harán otra vez! Si este pueblo tuviera más cuidado de no ofender a los espíritus de los que han vivido en la tierra que se han justificado y que han ido a su descanso, y si se portasen para que ningún ser razonable sobre la faz de la tierra encontrase falta en ellos, ¿Qué clase de sociedad tendríamos? Pues cada boca del hombre se llenaría con bendiciones, cada mano del hombre se extendería para hacer el bien y cada mujer y niño en todas sus comunicaciones estarían alabando a Dios y bendiciéndose el uno al otro. ¿No estaría aquí Sión? De seguro que sí. ¿Qué es lo que te impide de hacer esto? ¿Qué es lo que el Señor o el pueblo hace para causar que este y aquel cometa el pecado con la mano alta, en secreto y en las calles abiertas?

Si los Elderes de Israel usan un lenguaje que no es debido para los labios de un Santo, tales Elderes están bajo condenación y la ira del Señor está sobre ellos pues los que lo hacen no tienen el amor de la verdad en sus corazones, ellos no aman ni honran la verdad porque es la verdad sino porque les acarrea poder y quisieran unirse al partido más fuerte. ¿Aman ellos la luz porque es luz? ¿La virtud porque es virtud? ¿La dignidad porque es dignidad? No. Pero estos principios son todopoderosos en su influencia, y como el tornado en el bosque, ellos barren todo en su camino, ningún argumento puede influirles, toda la filosofía, el conocimiento y la sabiduría de los hombres pueden ir en contra de ellos, pero ellos son como el rastrojo en un viento poderoso, o como el rocío de la mañana ante el sol en todo su esfuerzo—tales Elderes abrazan la verdad porque para ellos es poderosa. Cuando un hombre de Dios predica los principios del Evangelio, todas las cosas ceden ante él pues algunos lo reciben porque es tan poderoso. Pero con el tiempo estos personajes caerán del camino porque el suelo no tiene la profundidad necesaria para nutrir las semillas de la verdad. Ellos lo reciben pero no el amor por él; la semilla se muere y ellos se alejan. Si cada persona que ha aceptado el Evangelio lo amara como ama la vida, ¿No llevaría a la sociedad a otro rumbo de lo que la lleva actualmente?

No quiero entrar en un relato detallado de los actos del pueblo, pero ellos mismos los conocen; la gente sabe cómo ellos hablan; y cómo hablan sus vecinos; cómo el esposo y la esposa se ponen de acuerdo en sus propios hogares y con sus vecinos; y cómo los padres y los niños moran juntos. No necesito contar estas cosas pero si cada corazón se prestara para hacer el bien, entonces tendríamos Sión aquí. Yo os daré mi razón para opinar así. Es porque lo he llevado conmigo desde mi bautismo en este reino. No he andado sin el desde aquel día hasta este día. Tengo una buena razón entonces por la opinión que he expresado. Yo vivo y camino en Sión todos los días igual que miles de otros en esta Iglesia y reino, ellos llevan Sión consigo, ellos tienen su propio Sión, y se aumenta, crece y se esparce continuamente. Supongamos que se esparce de corazón a corazón, de vecindad a vecindad, de ciudad a ciudad, de nación a nación, ¿Cuánto tiempo se llevaría para que la tierra fuera revolucionada, y el trigo se recogiera de la cizaña? El trigo y la cizaña, no obstante, tienen que crecer juntos hasta la cosecha. No estoy dispuesto para separarlos todavía pues si recogemos la cizaña antes de la cosecha, podemos destruir algunas semillas buenas, por lo tanto dejadlos crecer juntos y de inmediato la cosecha vendrá.

Hay otra cosa hermanos que deseo que guardéis constantemente en vuestras mentes en cuanto a vuestras jornadas en la vida. Habéis leído en las escrituras que los hijos de los hombres serán juzgados según sus obras sean buenas o malas, si los días de un hombre se llenan de buenas obras, él será recompensado de acuerdo a ellas. En cambio, si sus días se llenan de acciones malvadas, él no recibirá nada por esos actos. Esto demuestra que estamos en un estado de la exaltación, demuestra que podemos agregar a nuestro conocimiento, sabiduría y fuerza y que podemos agregar poder a cada atributo que Dios nos ha dado. ¿Cuándo se dará cuenta la gente que este es el período de tiempo en que ellos deben comenzar a poner la fundación de su exaltación por tiempo y eternidad, que este es el tiempo para concebir y traer del corazón fruto para honrar y dar gloría a Dios tal como lo hizo Jesús—crecer como hizo él desde niño, llegar a ser perfecto y ser preparado para ser alzado a la salvación? Van a encontrar que esta probación es el lugar que aumenta lo poco que recibimos pues el Señor da línea por línea a los hijos de los hombres. Cuando Él revela el plan de la salvación, entonces es el tiempo para llenar nuestros días con buenas otras.

Vamos a llenar nuestros días con la utilidad, hacer bien el uno al otro y dejar toda maldad. Dejad que cada persona inicua deje su iniquidad. Si él es malvado en sus palabras o en sus negocios, dejad que él abandone esas prácticas para seguir un camino de la rectitud. Permitid que cada hombre y mujer hagan esto y la paz y el gozo serán el resultado.
Unas palabras más sobre el tema de la existencia eterna del alma. Es difícil que los hombres comprendan este principio. Los filósofos del mundo admiten que los elementos de los que tú y yo somos compuestos son eternos mas ellos creen que había una época en que no había ningún Dios. No pueden comprender cómo es posible que Dios sea eterno. Permitidme preguntar a esta congregación, ¿Podéis daros cuenta de la eternidad de vuestra propia existencia? ¿Podéis daros cuenta de que la inteligencia que recibís es eterna? Puedo comprender esto y el hecho de que tengo posesión de ella. Es tan fácil para mí comprender que existiré eternamente como cualquier otra cosa. Quiero grabar sobre sus mentes la realidad que cuando el cuerpo que se organiza para morar la inteligencia muere y regresa a su madre tierra, que todos los sentimientos, las sensibilidades, las facultades y los poderes del espíritu todavía continúan, nunca mueren, sino que por la ausencia del cuerpo son más agudos. Se organizan para una existencia eterna. Si esta congregación pudiera comprender que la inteligencia que existe en ellos es eterna en su naturaleza y existencia; si pudieran darse cuenta que cuando los Santos pasan por el velo que no están muertos sino que se han preparado para la fundación en estos tabernáculos para la exaltación, preparando la fundación para ser Dioses, aún los hijos de Dios, y para las coronas que ellos recibirán—ellos recibirían la verdad por amor a ella, vivir por ella, y continuar en ella, hasta que reciban todo conocimiento y sabiduría, hasta que crezcan en la eternidad y se quite el velo de delante de sus ojos para ser testigos de las obras de Dios entre su pueblo, de Sus idas entre las naciones de la tierra y para descubrir la regla y la ley por las que Él gobierna. Entonces podrían decir con verdad que nosotros reconocemos la mano de Dios en todas las cosas, que todo está bien, que Sión está aquí, en nuestra posesión.
Entonces yo he resumido de una manera somera lo que deseaba hablar. No podemos comprender todas las cosas pero podemos continuar aprendiendo y creciendo hasta que todo sea perfectamente claro en nuestras mentes lo cual es un gran privilegio para gozar—la bendición de un progreso eterno. Y el hombre o la mujer que vive dignamente se encuentra ahora en un estado de la salvación.

Ahora hermanos amad la verdad y dejad cualquier clase de necedad. ¡Aquellos que vienen a mí para encontrar culpa o para quejarse en contra de sus hermanos por una cosa pequeña, cuando yo puedo ver en un momento que ellos no han recibido ninguna herida intencional! No tienen la compasión por sus hermanos sino que después de hacer su juicio insisten que el criminal sea castigado. ¿Y por qué? ¡Por el hecho de que él no cabe dentro de nuestro estandarte del bien y del mal! Ellos se sienten obligados para medirlo por el “principio de la cabecera de la cama de hierro” –“si eres demasiado largo tienes que ser cortado; si eres demasiado corto tienes que ser estirado.” Ahora bien esto es la cima de la tontería. Yo creo que tengo suficiente para cuidarme de mí mismo. Tengo lo suficiente para hacer el bien, tratar bien y actuar bien. Si todos hiciéramos esto, no habría ninguna dificultad, pero en cada boca del hombre estaría la frase “Que el Señor te bendiga.” Me siento feliz como siempre les he dicho. Hace treinta años que el hermano Kimball me conoce, veintiuno de los cuales yo he estado en esta Iglesia; otros me han conocido por veinte años; y hay algunos aquí que me conocían en Inglaterra.; ¡yo tenía Sión conmigo entonces y lo traje conmigo a América otra vez y ahora declaro a cada hombre y mujer que he tenido Sión conmigo desde el momento que entré en la iglesia hasta el momento actual! La luz se allega a la luz y la verdad a la verdad. Que Dios os bendiga. Amen.

Fuente: Estudios SUD (mundolds.blogspot.com)

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