lunes, 25 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa en Wikpedia.

A Continuacion presentare una breve biografia de Mario Vargas Llosa (Wikipedia)

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 28 de marzo de 1936), más conocido como Mario Vargas Llosa, es un escritor en lengua española, considerado uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Peruano de nacimiento, cuenta también con la nacionalidad española, que obtuvo en 1993. Su obra ha cosechado numerosos premios, entre los que destacan el Nobel de Literatura en 2010, «por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota»; el Premio Cervantes (1994) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1986), entre otros. Vargas Llosa alcanzó la fama en la década de 1960 con novelas, tales como La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965) y Conversación en La Catedral (1969). Continúa escribiendo prolíficamente en una serie de géneros literarios, incluyendo la crítica literaria y el periodismo. Entre sus novelas se cuentan comedias, novelas policiacas, novelas históricas y políticas. Varias de ellas, como Pantaleón y las visitadoras (1973) y La fiesta del chivo (2000), han sido adaptadas y llevadas al cine. Muchas de las obras de Vargas Llosa están influidas por la percepción del escritor sobre la sociedad peruana y por sus propias experiencias como peruano; sin embargo, de forma creciente ha tratado temas de otras partes del mundo. Ha residido en Europa (entre España, Gran Bretaña, Suiza y Francia) la mayor parte del tiempo desde 1958, cuando inició su carrera literaria, de modo que en su obra se percibe también una fuerte influencia europea. Al igual que otros autores latinoamericanos, Vargas Llosa ha participado en política a lo largo de su carrera. Fue candidato a la presidencia del Perú en 1990 por la coalición política de centroderecha Frente Democrático (Fredemo).

jueves, 7 de octubre de 2010

Gano Vargas Llosa

La espera termino para Vargas Llosa. El Comite encargado de la entrega del Premio Nobel, hizo acreedor al escritor peruano, ex candidato presidencial en 1990 del Nobel de Literatura.

America Latina, Peru, y Arequipa estan de fiesta. Despues de 20 años de sequia, un hispano gana el Premio Nobel de Literatura.

Se trata de Mario Vargas Llosa, escritor, intelectual, y ex candidato a la Presidencia de Peru en 1990. El autor de Garcia Marquez: historia de un deicidio se ha hecho acreedor del galardon por representar las estructuras del poder, segun reza el comunicado de la Academia Sueca.

El escritor recibio la notica en Nueva York, y penso que era broma.

En un proximo articulo reseñaremos la vida y obra de este escritor.

martes, 21 de septiembre de 2010

sábado, 18 de septiembre de 2010

Brigham Young - La Salvacion


Un Discurso Pronunciado por el presidente Brigham Young en el Tabernáculo, en la Gran Ciudad del Lago Salado, Enero 16, 1853. 


El plan de salvación, o en otras palabras, la redención de los seres caídos, es el tema que debe ocupar la atención de toda la inteligencia que pertenece a los seres caídos. No me gusta el término de los seres caídos, entonces diré la inteligencia sujeta, la cual me conviene más—sujeta a la ley, el orden, el dominio y el gobierno. Todas las inteligencias están comprometidas en este gran objetivo; no obstante, sin una comprensión correcta de este principio verdadero, ellos van y vienen, algunos a la derecha, otros a la izquierda. No hay ninguna persona en este mundo con una parte común de intelecto que no esté trabajando para su salvación con todo su poder. Los hombres varían en sus esfuerzos para obtener aquel objetivo, no obstante concluyen individualmente que lo lograrán eventualmente. El comerciante, por ejemplo, lo busca con diligencia sin cansancio, aguantando pérdidas por mar y por tierra con una paciencia inalterable, para amontonar una cantidad suficiente de riqueza para permitirle instalarse calmadamente en pos de la plenitud en alguna ciudad opulenta, para caminar entre las clases más altas de la sociedad y para tal vez recibir un título o un honor mundano y para disfrutar una libertad total de la ansiedad de los negocios y de la restricción de la pobreza durante el resto de su vida. Entonces él supone que ha obtenido la salvación.

Bajad desde las clases medias ocupadas en la búsqueda de la riqueza hasta el grado más humilde de la sociedad y seguidlos en sus varias ocupaciones y sus labores para ver que cada uno de ellos está buscando diligentemente lo que imagina que es la salvación. El mendigo pobre, harapiento, tembloroso que el hambre y el frío obligan a arrastrar su cuerpo débil de un refugio momentáneo para buscar un pedazo de pan o una moneda de otro ser humano, si él sólo puede obtener unas migajas de pan para satisfacer el gusano de hambre que roe sus entrañas y unos centavos para pagar su hospedaje, ha logrado la cumbre de sus esperanzas, de lo que buscaba de la salvación; él es relativamente feliz pero su felicidad se desvanece con los matices de la noche y su miseria viene con la luz de la mañana. Desde el casamentero hasta el tendero, todos tienen un fin que perciben el cual ellos suponen les traerá la salvación. El rey, el cortesano, los comandantes, los oficiales, y los soldados comunes, el comandante y el marinero ante el mástil, el cristiano de pelo ligero, el salvaje de piel oscura, todos en sus grados respectivos y sus esferas de acción, tienen un cierto punto de vista el cual si pueden obtenerlo será en pos de la salvación.
El Santo de los Últimos Días, quien está lejos del seno de la Iglesia, cuyo hogar está en climas distantes, sinceramente suspira y ora cada día de su vida para que el Señor abra su camino para que pueda reunirse con sus hermanos en Sión, pues él supone que su felicidad entonces sería completa, pero en esto sus expectativas serán en vano porque la felicidad que es verdadera y duradera por naturaleza no se puede disfrutar por los mortales puesto que es algo fuera de este estado transitorio.

Si la capacidad del hombre se limitase a las cosas de este mundo, si él alcanzase solamente a lo que pueden ver los ojos, sentir con las manos y comprender con la habilidad del hombre natural, todavía él estaría diligentemente involucrado en la búsqueda de su salvación, tal como los otros que poseen un intelecto superior y también están persiguiendo el camino de la salvación, en su opinión, aunque resulte en nada más que un buen nombre o en los honores de este mundo. Cada uno, según su capacidad a la organización natural del sistema humano, el cual tiene la tendencia de ser influido por las circunstancias y las influencias que lo rodean, está ansioso de obtener lo que cree ser la salvación tanto como yo para obtener la salvación en el mundo Eterno.

El objeto de la salvación verdadera, comprendida correcta y detalladamente, cambia el curso de la humanidad. Las personas instruidas por sus maestros, amigos y conocidos están acostumbrados desde su juventud a creer que no hay ningún Dios ni seres inteligentes además de los que pueden ver con el ojo natural o de lo que pueden comprender naturalmente; que no hay ninguna vida después de ésta; que con la muerte se aniquila toda vida e inteligencia. Tales personas son tan firmes en su creencia y tan rigurosos en su argumento a favor de estas doctrinas como los demás en la creencia de la existencia de un Dios Eterno. Las costumbres y las enseñanzas tempranas de los padres y los amigos hasta cierto punto influyen las mentes de los niños pero cuando están dispuestos a preguntarle a Él quien tiene la inteligencia eterna para compartir con ellos, cuando su comprensión se amplia, cuando sus mentes se iluminan por el Espíritu de la verdad, para que puedan ver las cosas que no se notan con el ojo natural, ellos pueden ser corregidos en su doctrina, en su creencia y en su manera de vivir pero no antes.

¡Cuán difícil es enseñar al hombre natural que comprende solamente lo que él ve con el ojo natural! ¡Cuán difícil es para él creer! Cuán difícil sería convencer al filósofo que durante muchos años se ha convencido de la creencia de que su espíritu no existe más cuando su cuerpo duerme en la tumba de que su inteligencia vino de la eternidad y que es tan eterno en su naturaleza como los elementos o como los dioses. Tal doctrina para él sería una vanidad y una tontería más allá de su comprensión. De hecho es difícil remover una opinión o creencia que él ha discutido desde la mente del hombre natural. Hablar con él acerca de ángeles, los cielos, Dios, la inmortalidad y la vida eterna, para sus oídos es como el son de cuernos o un tintineo de címbalos a sus oídos; no tiene música para él; no tiene nada para encantar sus sentidos, tranquilizar sus sentimientos, atraer su atención o llamar sus afectos ni mucho menos; para él todo es vanidad. Decir que la familia humana no busca la salvación es algo contrario a mi experiencia y a la experiencia de cada persona que he conocido. Todos están deseosos de la salvación, algunos de una manera, otros de otra; pero todo es oscuridad y confusión. Si el Señor no habla de los cielos para tocar los ojos de su entendimiento por Su Espíritu, ¿Quién les puede instruir o guiar para que sean buenos? ¿Quién puede darles las palabras de vida eterna? El hombre no tiene el poder para hacerlo; pero cuando el Señor da Su Espíritu a una persona o a un pueblo, ellos entonces pueden oír, creer y ser instruidos. Un élder de Israel puede predicar los principios del Evangelio, desde el principio hasta el fin tal como le han enseñado a una congregación que lo ignora; pero si él no lo hace bajo la influencia del Espíritu del Señor, no puede iluminar a esa congregación sobre esos principios, es imposible. Job dijo que “Hay un espíritu en el hombre y la inspiración del Todopoderoso le da entendimiento.” A menos que aprovechemos de este entendimiento en esta probación, no podemos crecer o aumentar, no podemos conocer los principios de la verdad y la dignidad para llegar a ser exaltados. Admitir que el Espíritu del Señor debe darnos entendimiento, ¿Qué nos demuestra? Al menos me demuestra a mí lo que puedo decir con confianza a esta congregación de Sión que está aquí. Cuando estamos dispuestos a darnos perfectamente a la dignidad, para rendir todos los poderes y las facultades del alma (lo cual es el espíritu y el cuerpo donde habita la dignidad); cuando somos tragados por la voluntad de Él que nos ha llamado; cuando disfrutamos la paz y las sonrisas de nuestro Padre en los Cielos, las cosas de Su Espíritu y todas las bendiciones que estamos capacitados para recibir y mejorar, entonces estamos en Sión, esto es Sión. ¿Qué es lo que produce lo opuesto? Nada más que escuchar y admitir la maldad.

Si una comunidad de gente se dedica perfectamente a la causa de la dignidad, la verdad, la luz, la virtud y cada principio y atributo del Evangelio santo, podemos decir de ese pueblo tal como el Apóstol antiguo dijo a sus hermanos: “¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”; hay una habitación del Padre y el Hijo. Somos los templos de Dios pero cuando estamos sobrecargados de la maldad al ceder a la tentación, nos privamos del privilegio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para que more entre nosotros. Somos su pueblo por nuestro llamamiento y nuestra profesión además por nuestras obras diarias, de las cuales se debe decir que, “Vosotros sois templos de Nuestro Dios.” Dejadme preguntaros, ¿Qué puede impedir que cualquier persona de esta congregación sea tan bendecida para llegar a ser un templo santo digno para que more el Espíritu Santo? ¿Te ha negado estas bendiciones algún ser en los cielos o en la tierra? No, pero os dejaré meditar en la razón por la cual la gente no tiene estos privilegios. Ojalá que cada alma que pretende ser un Santo de los Últimos Días tuviera dicho carácter, un templo sagrado para morar el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero no es así. ¿Existe algún individuo dentro del sonido de mi voz hoy día que ha recibido el Espíritu Santo por medio de los principios del Evangelio y que al mismo tiempo no haya recibido el amor de ellos? Voy a contestar esa pregunta. Mirad al individuo que cae o que ha tenido la semilla de la verdad en él pero no ha producido raíz, entonces sabréis que estos individuos han recibido la verdad sin recibir el amor por ella—no la aman por sí misma. Que aspecto agradable presentaría esta comunidad si todos los hombres y mujeres, viejos y jóvenes, estuvieran dispuestos a dejar sus propios pecados y locuras y a ignorar los de sus vecinos. ¡Si solamente ellos dejaran de mirar la iniquidad de sus vecinos para examinarse a sí mismos para liberarse de ella! ¡Si solamente ellos trataran con todo su poder de santificar al Señor en sus corazones para comprobar con sus acciones que han recibido la verdad y un amor por ella! Si todos los individuos se miraran a sí mismos para no hablar contra el Padre, contra el Hijo, contra el Espíritu Santo o contra cualquier ser en el cielo o en la tierra. ¡Aunque parezca extraño hay hombres en esta Iglesia que lo han hecho y probablemente lo harán otra vez! Si este pueblo tuviera más cuidado de no ofender a los espíritus de los que han vivido en la tierra que se han justificado y que han ido a su descanso, y si se portasen para que ningún ser razonable sobre la faz de la tierra encontrase falta en ellos, ¿Qué clase de sociedad tendríamos? Pues cada boca del hombre se llenaría con bendiciones, cada mano del hombre se extendería para hacer el bien y cada mujer y niño en todas sus comunicaciones estarían alabando a Dios y bendiciéndose el uno al otro. ¿No estaría aquí Sión? De seguro que sí. ¿Qué es lo que te impide de hacer esto? ¿Qué es lo que el Señor o el pueblo hace para causar que este y aquel cometa el pecado con la mano alta, en secreto y en las calles abiertas?

Si los Elderes de Israel usan un lenguaje que no es debido para los labios de un Santo, tales Elderes están bajo condenación y la ira del Señor está sobre ellos pues los que lo hacen no tienen el amor de la verdad en sus corazones, ellos no aman ni honran la verdad porque es la verdad sino porque les acarrea poder y quisieran unirse al partido más fuerte. ¿Aman ellos la luz porque es luz? ¿La virtud porque es virtud? ¿La dignidad porque es dignidad? No. Pero estos principios son todopoderosos en su influencia, y como el tornado en el bosque, ellos barren todo en su camino, ningún argumento puede influirles, toda la filosofía, el conocimiento y la sabiduría de los hombres pueden ir en contra de ellos, pero ellos son como el rastrojo en un viento poderoso, o como el rocío de la mañana ante el sol en todo su esfuerzo—tales Elderes abrazan la verdad porque para ellos es poderosa. Cuando un hombre de Dios predica los principios del Evangelio, todas las cosas ceden ante él pues algunos lo reciben porque es tan poderoso. Pero con el tiempo estos personajes caerán del camino porque el suelo no tiene la profundidad necesaria para nutrir las semillas de la verdad. Ellos lo reciben pero no el amor por él; la semilla se muere y ellos se alejan. Si cada persona que ha aceptado el Evangelio lo amara como ama la vida, ¿No llevaría a la sociedad a otro rumbo de lo que la lleva actualmente?

No quiero entrar en un relato detallado de los actos del pueblo, pero ellos mismos los conocen; la gente sabe cómo ellos hablan; y cómo hablan sus vecinos; cómo el esposo y la esposa se ponen de acuerdo en sus propios hogares y con sus vecinos; y cómo los padres y los niños moran juntos. No necesito contar estas cosas pero si cada corazón se prestara para hacer el bien, entonces tendríamos Sión aquí. Yo os daré mi razón para opinar así. Es porque lo he llevado conmigo desde mi bautismo en este reino. No he andado sin el desde aquel día hasta este día. Tengo una buena razón entonces por la opinión que he expresado. Yo vivo y camino en Sión todos los días igual que miles de otros en esta Iglesia y reino, ellos llevan Sión consigo, ellos tienen su propio Sión, y se aumenta, crece y se esparce continuamente. Supongamos que se esparce de corazón a corazón, de vecindad a vecindad, de ciudad a ciudad, de nación a nación, ¿Cuánto tiempo se llevaría para que la tierra fuera revolucionada, y el trigo se recogiera de la cizaña? El trigo y la cizaña, no obstante, tienen que crecer juntos hasta la cosecha. No estoy dispuesto para separarlos todavía pues si recogemos la cizaña antes de la cosecha, podemos destruir algunas semillas buenas, por lo tanto dejadlos crecer juntos y de inmediato la cosecha vendrá.

Hay otra cosa hermanos que deseo que guardéis constantemente en vuestras mentes en cuanto a vuestras jornadas en la vida. Habéis leído en las escrituras que los hijos de los hombres serán juzgados según sus obras sean buenas o malas, si los días de un hombre se llenan de buenas obras, él será recompensado de acuerdo a ellas. En cambio, si sus días se llenan de acciones malvadas, él no recibirá nada por esos actos. Esto demuestra que estamos en un estado de la exaltación, demuestra que podemos agregar a nuestro conocimiento, sabiduría y fuerza y que podemos agregar poder a cada atributo que Dios nos ha dado. ¿Cuándo se dará cuenta la gente que este es el período de tiempo en que ellos deben comenzar a poner la fundación de su exaltación por tiempo y eternidad, que este es el tiempo para concebir y traer del corazón fruto para honrar y dar gloría a Dios tal como lo hizo Jesús—crecer como hizo él desde niño, llegar a ser perfecto y ser preparado para ser alzado a la salvación? Van a encontrar que esta probación es el lugar que aumenta lo poco que recibimos pues el Señor da línea por línea a los hijos de los hombres. Cuando Él revela el plan de la salvación, entonces es el tiempo para llenar nuestros días con buenas otras.

Vamos a llenar nuestros días con la utilidad, hacer bien el uno al otro y dejar toda maldad. Dejad que cada persona inicua deje su iniquidad. Si él es malvado en sus palabras o en sus negocios, dejad que él abandone esas prácticas para seguir un camino de la rectitud. Permitid que cada hombre y mujer hagan esto y la paz y el gozo serán el resultado.
Unas palabras más sobre el tema de la existencia eterna del alma. Es difícil que los hombres comprendan este principio. Los filósofos del mundo admiten que los elementos de los que tú y yo somos compuestos son eternos mas ellos creen que había una época en que no había ningún Dios. No pueden comprender cómo es posible que Dios sea eterno. Permitidme preguntar a esta congregación, ¿Podéis daros cuenta de la eternidad de vuestra propia existencia? ¿Podéis daros cuenta de que la inteligencia que recibís es eterna? Puedo comprender esto y el hecho de que tengo posesión de ella. Es tan fácil para mí comprender que existiré eternamente como cualquier otra cosa. Quiero grabar sobre sus mentes la realidad que cuando el cuerpo que se organiza para morar la inteligencia muere y regresa a su madre tierra, que todos los sentimientos, las sensibilidades, las facultades y los poderes del espíritu todavía continúan, nunca mueren, sino que por la ausencia del cuerpo son más agudos. Se organizan para una existencia eterna. Si esta congregación pudiera comprender que la inteligencia que existe en ellos es eterna en su naturaleza y existencia; si pudieran darse cuenta que cuando los Santos pasan por el velo que no están muertos sino que se han preparado para la fundación en estos tabernáculos para la exaltación, preparando la fundación para ser Dioses, aún los hijos de Dios, y para las coronas que ellos recibirán—ellos recibirían la verdad por amor a ella, vivir por ella, y continuar en ella, hasta que reciban todo conocimiento y sabiduría, hasta que crezcan en la eternidad y se quite el velo de delante de sus ojos para ser testigos de las obras de Dios entre su pueblo, de Sus idas entre las naciones de la tierra y para descubrir la regla y la ley por las que Él gobierna. Entonces podrían decir con verdad que nosotros reconocemos la mano de Dios en todas las cosas, que todo está bien, que Sión está aquí, en nuestra posesión.
Entonces yo he resumido de una manera somera lo que deseaba hablar. No podemos comprender todas las cosas pero podemos continuar aprendiendo y creciendo hasta que todo sea perfectamente claro en nuestras mentes lo cual es un gran privilegio para gozar—la bendición de un progreso eterno. Y el hombre o la mujer que vive dignamente se encuentra ahora en un estado de la salvación.

Ahora hermanos amad la verdad y dejad cualquier clase de necedad. ¡Aquellos que vienen a mí para encontrar culpa o para quejarse en contra de sus hermanos por una cosa pequeña, cuando yo puedo ver en un momento que ellos no han recibido ninguna herida intencional! No tienen la compasión por sus hermanos sino que después de hacer su juicio insisten que el criminal sea castigado. ¿Y por qué? ¡Por el hecho de que él no cabe dentro de nuestro estandarte del bien y del mal! Ellos se sienten obligados para medirlo por el “principio de la cabecera de la cama de hierro” –“si eres demasiado largo tienes que ser cortado; si eres demasiado corto tienes que ser estirado.” Ahora bien esto es la cima de la tontería. Yo creo que tengo suficiente para cuidarme de mí mismo. Tengo lo suficiente para hacer el bien, tratar bien y actuar bien. Si todos hiciéramos esto, no habría ninguna dificultad, pero en cada boca del hombre estaría la frase “Que el Señor te bendiga.” Me siento feliz como siempre les he dicho. Hace treinta años que el hermano Kimball me conoce, veintiuno de los cuales yo he estado en esta Iglesia; otros me han conocido por veinte años; y hay algunos aquí que me conocían en Inglaterra.; ¡yo tenía Sión conmigo entonces y lo traje conmigo a América otra vez y ahora declaro a cada hombre y mujer que he tenido Sión conmigo desde el momento que entré en la iglesia hasta el momento actual! La luz se allega a la luz y la verdad a la verdad. Que Dios os bendiga. Amen.

Fuente: Estudios SUD (mundolds.blogspot.com)

Joseph Fielding McConkie - Como estudiar las Escrituras

Joseph F. McConkie
El hermano Joseph Fielding McConkie es profesor emerito de escrituras antiguas de la Universidad Brigham Young. El hermano McConkie dio el siguiente discurso durante la Semana de la Educacion de la BYU en agosto de 2006. 

Si los cielos se abrieran hoy y Dios nos hablara, ¿no quisieran escuchar lo que Él tiene que decir? De igual manera, ¿si un mensajero viniera en Su lugar, sería de igual interés? Si el mensaje se escribiera, ¿no quisieran leerlo?

Muchas personas fieles han dado sus vidas para que la palabra del Señor tal como se ha dado a Su pueblo antiguamente se preservara para nosotros. El estudio cuidadoso de este registro solamente puede ser la fuente de una gran bendición para nosotros, mientras el fracaso para conocerlo sería una pérdida.

Hay que permitir que los principios correctos, no las técnicas, dirijan nuestro estudio

A través de los años muchos de mis alumnos y otros han llegado a mi oficina preguntándome cómo pueden llegar a ser mejores estudiantes de las escrituras. A menudo se me ha preguntado la manera que los hombres como mi padre, el élder Bruce R. McConkie, y mi abuelo el presidente Joseph Fielding Smith, ambos de los cuales tenían la reputación de ser estudiosos del evangelio, han estudiado las escrituras. Implícito en tales preguntas está la idea que hay alguna metodología o secreto conocido por algunos o pocos, y que aquel secreto da a aquellos que lo conocen, una ventaja distinta en el entendimiento de las escrituras. De hecho, voy a revelar el gran secreto; es que no hay ningún secreto.

En cuanto a mi padre y mi abuelo, su método consistía en no tener ningún método. ¡Los métodos no son la respuesta! El estudio eficaz de las escrituras no tiene nada que ver con el sistema de marcar que usas. No tiene nada que ver con la decisión de usar un marcador azul o uno rojo. No tiene nada que ver con que si estudias un tema particular cronológicamente o por temas. No tiene nada que ver con tu uso de la cuádruple (que contienen cuatro libros) en vez de una combinación triple. No tiene nada que ver con el tamaño de las escrituras a menos que estés envejeciendo.

Tiene todo que ver con la intensidad y la consistencia con que tú estudias. No hay atajos; no hay secretos.

No obstante, hay algunos principios básicos que son fundamentales para lograr un entendimiento correcto de las escrituras. Quiero presentar siete de tales principios. Cada uno trae consigo una luz adicional. Juntos pueden aumentar tu comprensión de las escrituras siete veces y más.

El entendimiento de la revelación requiere el espíritu de la revelación

El primer principio y el más básico del entendimiento de las escrituras es que la revelación dada por el Espíritu solamente se entiende por el Espíritu.

Una aceptación de las escrituras como tales requiere una creencia en el principio de la revelación. Requiere una creencia que Dios puede transmitir y sí transmite Su mente y voluntad a nosotros. La mayoría de las escrituras se escriben solamente en los corazones y la mente de la gente. Esta forma de escritura se conoce como la Luz de Cristo. Es universal para los hijos de los hombres y siempre tiene el propósito de prepararles para recibir mayor luz. Las escrituras también incluyen todo lo que se dice bajo la influencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un revelador. Como el tercer miembro de la trinidad, Su propósito es de enseñar y testificar de las verdades de la salvación. Por lo tanto, la voz del Espíritu Santo se guarda para un orden más alto de verdades que las repartidas por la Luz de Cristo.

Mientras que el derecho para tener la Luz de Cristo es universal, la revelación del Espíritu Santo requiere la fe en Cristo y vivir conforme a los principios de la rectitud. Nefi enseña el principio en este lenguaje:

Y aconteció que después que yo, Nefi, hube oído todas las palabras de mi padre concernientes a las cosas que había visto en su visión, y también las cosas que habló por el poder del Espíritu Santo, poder que recibió por la fe que tenía en el Hijo de Dios—y el Hijo de Dios era el Mesías que habría de venir—[Nótese que fue la fe en Cristo lo que permitió a Nefi el derecho al compañerismo del Espíritu Santo] yo, Nefi, sentí deseos de que también yo viera, oyera y supiera de estas cosas, por el poder del Espíritu Santo, que es el don de Dios para todos aquellos que lo buscan diligentemente, tanto en tiempos pasados como en el tiempo en que se manifieste él mismo a los hijos de los hombres.

Porque él es siempre el mismo ayer, hoy y para siempre; y la vía ha sido preparada para todos los hombres desde la fundación del mundo, si es que se arrepienten y vienen a él.

Porque el que con diligencia busca, hallará; y los misterios de Dios le serán descubiertos por el poder del Espíritu Santo, lo mismo en estos días como en tiempos pasados, y lo mismo en tiempos pasados como en los venideros; por tanto, la vía del Señor es un giro eterno. (1 Nefi 10:17–19)

Entre las revelaciones innumerables que han venido del Dios del cielo algunas pocas se han grabado como escritura. Entre su gran número aún no han entrado en una colección de tales textos escritos que se han convertido en forma de libro. Cierta colección de textos escritos se conoce para nosotros como la Santa Biblia. La palabra biblia viene del Griego biblia, lo cual quiere decir “los libros.” Por lo tanto, la Biblia es una biblioteca de libros considerados sagrados o santos.

Es importante notar que los católicos, los protestantes y los judíos están en desacuerdo en cuanto a los libros que deben ser incluidos en esta colección. La biblioteca de los Santos de los Últimos Días que alberga los libros sagrados contiene apreciablemente más registros de escrituras de lo que se encuentra en las bibliotecas de las otras sectas. Mientras que las otras religiones no pueden ponerse de acuerdo en cuanto a cuáles libros han de ser incluidos en la Biblioteca de la Fe—o sea, a la Biblia, como la llamamos—ellos consideran nuestras adiciones a esta biblioteca como un acto de herejía.

Nosotros, en cambio, creemos que sí tenemos la misma fe que tenían los antiguos. Recibimos revelación que se relaciona directamente con nuestra situación tal como la tenían ellos. Los antiguos fueron edificados por la revelación dada al pueblo que venía antes pero ellos no se limitaban a la revelación antigua. Tal como ha sido con ellos, así es para nosotros. De hecho, este principio es fundamental para nuestro entendimiento e interpretación de todo lo que leemos en el canon de escritura. Al romper la comunicación con los cielos—es decir, al decir que se ha cerrado la biblioteca de la revelación—nosotros perdemos no solamente la oportunidad para recibir la revelación adicional sino también la clave para comprender todo lo que poseemos. Nefi explicó el principio con estas palabras:

Sí, ¡ay de aquel que dice: Hemos recibido, y no necesitamos más!

Y por fin, ¡ay de todos aquellos que tiemblan, y están enojados a causa de la verdad de Dios! Pues he aquí, aquel que está edificado sobre la roca, la recibe con gozo; y el que está fundado sobre un cimiento arenoso, tiembla por miedo de caer.

¡Ay del que diga: Hemos recibido la palabra de Dios, y no necesitamos más de la palabra de Dios, porque ya tenemos suficiente!

Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren. (2 Nefi 28:27–30; énfasis agregado)

Nunca en todas las eternidades ha revelado el Señor que no habría más revelación. Hacer esto sería robarnos la habilidad de entender la revelación que Él ya nos ha dado. Él escondería la evidencia de Su existencia y camuflaría las verdades del evangelio.

La Biblia es un libro muy diferente en las manos de alguien que rechaza el espíritu de la revelación y en las manos de alguien que está abierto a ese espíritu. Las palabras son iguales, pero la visión es completamente diferente. Un libro que vino por medio de la revelación es solamente revelación para el pueblo que tiene el espíritu de la revelación.

El espíritu que tú traes a la lectura de un libro predetermina lo que tú vas a sacar de provecho de ella. El Evangelio de Mateo leído por un hombre puede ser escritura pero, cuando otro lo lee, tal vez no sea escritura. Es posible que estén en el mismo salón compartiendo el mismo libro, mas puede ser escritura para uno pero no para el otro. La diferencia no es en lo que se ha escrito sino en el espíritu con que se lee. Las santas escrituras leídas con el espíritu de contención no son escritura; no es la voz del Señor y tampoco representa Su Espíritu. Es sencillamente tinta negra sobre papel blanco. Si el espíritu con que algo se lee no es correcto, entonces la interpretación de lo que se ha escrito tampoco puede ser correcta.

Déjenme compartir dos textos clásicos de escritura que enseñan este principio. El primero viene de una revelación dada para enseñarnos a discernir la verdad del error, buenos espíritus de espíritus malos, doctrina correcta de falsa doctrina. Al empezar nuestra lectura, el Señor, el gran maestro, incentiva nuestro pensamiento sobre este asunto de discernir los espíritus con una pregunta:

Por tanto, yo, el Señor, os hago esta pregunta: ¿A qué se os ordenó? [Entonces, en respuesta a su propia pregunta, el Señor dice:]

A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad.

Y entonces recibisteis espíritus que no pudisteis comprender, y los recibisteis como si hubieran sido de Dios; ¿y se os puede justificar en esto? . . .

De cierto os digo, el que es ordenado por mí y enviado a predicar la palabra de verdad por el Consolador, en el Espíritu de verdad, ¿la predica por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera? [Nótese que se asume en el texto que lo que enseñamos es verdad—ese no es el punto—el punto es el Espíritu con el que se enseña.]

Y si es de alguna otra manera, no es de Dios.

Y además, el que recibe la palabra de verdad, ¿la recibe por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera?

Si es de alguna otra manera, no es de Dios.

Por tanto, ¿cómo es que no podéis comprender y saber que el que recibe la palabra por el Espíritu de verdad, la recibe como la predica el Espíritu de verdad? (D. y C. 50:13–21)

¿Lo notaron? Las verdades del cielo no son verdades del cielo si intentamos justificarlas de alguna manera diferente al espíritu de la revelación. Si vamos a ser “edificados y regocijarnos juntos” debemos enseñar y aprender por medio del espíritu de la revelación.

Como una segunda ilustración de este principio, consideren las palabras de una revelación anterior, una revelación dada al Quórum de los Doce seis años antes de ser llamados. Hablando del Libro de Mormón, el Señor dice, “Estas palabras no son de hombres, ni de hombre, sino mías; por tanto, testificaréis que son de mí, y no del hombre. Porque es mi voz la que os las declara; porque os son dadas por mi Espíritu, y por mi poder las podéis leer los unos a los otros; y si no fuera por mi poder, no podríais tenerlas.

Por tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y que conocéis mis palabras” (D. y C. 18:34–36).

Este principio no se limita al Quórum de los Doce. Tampoco lo hace ningún principio del evangelio. Solamente tenemos un evangelio y ha de aplicarse de igual manera a todos aquellos que son honestos de corazón. Cuando tú o yo leemos o estudiamos las escrituras bajo la dirección del Espíritu del Señor, estamos escuchando la voz del Señor y así lo podemos testificar. Leer las escrituras sin ese Espíritu es un asunto completamente diferente.

Por lo tanto, el primer principio del entendimiento de escritura es que la escritura debe ser comprendida por el mismo espíritu por el cual se ha escrito. Sin el espíritu de la revelación, no hay ninguna escritura. Algunos dirían que se trata de un razonamiento circular, y así es. Hay que tener vida para dar vida. No se puede leer en la oscuridad. No se puede ver y escuchar las cosas del Espíritu sin el Espíritu. Tal como la luz se allega a la luz, así la oscuridad es el padre de los hechos de la oscuridad.

Solamente hay un evangelio

Nuestro segundo principio se centra en la naturaleza eterna del evangelio. Todos los principios del evangelio son absolutos; de eternidad a eternidad son los mismos. Eran los mismos en nuestra vida pre-terrenal tal como lo son en este segundo estado. No cambian en el mundo a donde van nuestros espíritus después de la muerte, ni serán menos su peso y medida en la Resurrección. No existen principios de la salvación que no hayan sido decretados antes de la fundación de la tierra. El Señor decretó Su casa para ser una casa de orden, no una casa de confusión. En una revelación dada al profeta José Smith, el Señor dramatiza este principio al hacer tres preguntas retóricas: Primero, “¿Aceptaré una ofrenda que no se haga en mi nombre?” Segundo, “¿recibiré de tus manos lo que yo no he señalado?” Y tercero, “¿Y te señalaré algo . . . que no sea por ley, tal como yo y mi Padre decretamos para ti, antes de que el mundo fuese?” (D. y C. 132:9–11).

La respuesta a cada una de estas preguntas es un no enfático. Su propósito es de dramatizar que no hay sino un evangelio, un plan de salvación, un sistema de autoridad, y una organización en la que se pueden encontrar administradores legales y lícitos. Si la casa de Dios es una casa de orden, no será gobernada por leyes hechas por otra persona, y no honrará las ofrendas hechas a otros dioses, ni tampoco se efectuarán ordenanzas sin su permiso y tampoco se aceptará la autoridad.

Yo no puedo llegar a ser tu heredero por leer tu diario y por leer las promesas que tu padre te ha hecho. De igual manera, tú no puedes llegar a ser el heredero de Dios al leer las promesas que Él hizo a un pueblo de una época anterior. Tu salvación y la mía requieren una revelación que sea inmediata y personal.

Sería igualmente verdadero que si el pueblo pudiera reclamar legítimamente el derecho de enseñar el evangelio y de actuar en el nombre del Señor por leer la Biblia, ellos también podrían llegar a ser el presidente de los Estados Unidos por leer la Constitución de nuestra patria.

“Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”

Tomo nuestro tercer principio del currículo dado por el Señor en la escuela de los profetas: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118). Esta proclamación primero afirma la importancia del estudio y entonces sugiere la necesidad de alcanzar más allá de nuestro estudio para adoptar el principio de la fe.

Permítanme ilustrar lo que se requiere aquí. El profeta José Smith estaba estudiando el libro de Santiago cuando llegó al pasaje que le instruyó que pidiera de Dios y que lo hiciera en fe sin dudar (véase Santiago 1:5–6). Cuando él dejó el libro para ir en búsqueda de un sitio quieto para orar, su fe suplantó su estudio, y por medio de esa fe él fue capaz de hacer lo que sus mentores bíblicos habían hecho: abrir los cielos.

Mi fe en que el Libro de Mormón tiene un lugar especial en la Biblioteca de los libros sagrados me permite una gran cantidad de conocimiento que no tendría de otra manera. Me restaura el conocimiento de las cosas sencillas y preciosas que se han quitado de la Biblia. Por medio de ello aprendo que los pueblos del Antiguo Testamento tenían lo que conocemos como el Sacerdocio de Melquisedec. También tenían el bautismo, el don del Espíritu Santo, y todos los principios salvadores y las ordenanzas del evangelio. Por medio del Libro de Mormón yo puedo ganar más conocimiento y entendimiento de lo que se enseñaba en las épocas del Antiguo y Nuevo Testamento, de lo que puedo al leer todos los comentarios académicos jamás escritos sobre el asunto.

Por medio del Libro de Abraham aprendo que los pueblos del Antiguo Testamento tenían el Convenio de Abraham con su promesa de una continuación de la semilla y la unidad familiar eterna. Por medio de la fe en la traducción del libro de Moisés por José Smith, aprendo que Jesús—el Mesías—se conocía entre Adán, Enoc, Noé, y Abraham y que el plan de salvación que ellos conocían es el mismo plan de salvación que conocemos hoy en día.

No se trata de un refugio para una posición anti-intelectual común en el mundo cristiano histórico. Más bien es la declaración atrevida que al traer la fe al acto del estudio es como una pareja amorosa que trae un hijo al mundo. El niño es un ser viviente que trae a sus padres una profundidad del amor y comprensión que nunca podrían haber conocido antes. De la misma manera, mi fe en Jesús de Nazaret como el por tanto tiempo anticipado Mesías, Salvador y Redentor de la humanidad me da un entendimiento completamente diferente del Antiguo Testamento de lo que tendría de otra manera.

Todas las cosas se reproducen según su género así que la fe engendra la fe. La fe en un principio del evangelio que infundirá la fe en otro. Mi fe en la resurrección—es decir, la unión inseparable de cuerpo y espíritu (una idea que no se puede defender científicamente)—infunde mi fe en la historia de la Creación (un asunto sobre el cual hay un sin fin de argumentos científicos).

Es solamente por medio de agregar la fe en nuestro estudio de las escrituras que capturamos la esencia de lo que leemos. La religión verdadera es una cosa viviente. Exige que las señales sigan a los creyentes. Habla de milagros para que sepamos que podemos obrar milagros. Describe la voz de Dios para que reconozcamos Su voz al oírla. Comenta sobre el ministerio de ángeles para que sepamos que podemos hacer lo mismo; si hemos sembrado las mismas semillas como los que hemos leído en las santas escrituras, entonces cosecharemos tal como ellos han cosechado.

Manteniendo las cosas en su contexto

El cuarto principio que quiero llamarles la atención es la necesidad de mantener las cosas en su contexto apropiado. El contexto da color a o cambia el color de todo lo que nosotros o cualquier persona dice. Cuando mi esposa me dice que yo debo decirle “te amo” más a menudo, ella no quiere decir que debo decirlo a otras mujeres. Cada texto de escritura tiene dos contextos: la circunstancia o el momento inmediato que ha provocado el contexto mayor en relación con todos los otros principios o palabras correctos. Una declaración oscura o aislada no sería suficiente para sostener el peso del evangelio o para asumir la responsabilidad para establecer cualquier principio esencial para la salvación.

Cuando Cristo decía, “En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento” (ver Mateo 22:23–30), necesitamos saber si Él hablaba de cada alma que ha vivido o de los Saduceos (que lo habían rechazado como su Mesías), que habían hecho la pregunta que provocó la respuesta de Jesús.

Cuando Él dijo, “No os afanéis por el día de mañana” (Mateo 6:34), ¿hablaba de tú y yo o hablaba a los Doce que habían sido llamados para un ministerio de tiempo completo?

Cuando Él dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), ¿estaba pensando en los soldados romanos que clavaron los clavos en Sus manos y pies, o hablaba de todos durante la historia que han querido crucificarlo de nuevo?

Cuando Cristo dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), ¿estaba dando esta comisión a todos los que se sienten inclinados a hacerlo, o se refería a los Doce a quienes Él había comisionado y entrenado?

Cuando el apóstol Pablo dijo, “Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:9), ¿estaba sugiriendo que el matrimonio es para las personas innatamente débiles que carecen de un carácter moral, o estaba sugiriendo que los que obran como misioneros deben esperar hasta que hayan completado sus misiones para casarse?

Cuando Juan advierte que si alguno añade o quita de lo que ha escrito, ¿estaba prohibiendo a los demás para alterar las palabras de su carta, o estaba anunciando que se habían parado todas las escrituras inspiradas? (ver Apocalipsis 22:18–19).

El contexto inmediato sirve para contestar cada una de las preguntas que surgen aquí, pero si todavía estamos confundidos, debemos diferir del contexto mayor de todo lo que se ha revelado sobre el asunto en cuestión.

Cuando yo era un joven, serví como un capellán militar. Siempre que nuestra unidad recibía órdenes para entrar en combate, algunos de los soldados sentían cargos de conciencia y no podían tomar las armas. Sus reclamos siempre se trataban con respeto, y entre otras cosas eran enviados a hablar con el capellán para buscar su ayuda para establecer su caso, si realmente tenían uno. En tales casos yo les preguntaba si habían hecho algo que podría ser citado como evidencia de su creencia nuevamente profesada. Ninguno jamás podía hacerlo. La segunda pregunta que les hacía era si había una base religiosa para su profesión. La única respuesta a esta pregunta que puedo recordar es que Dios mandó a Moisés, diciendo, “No matarás” (Éxodo 20:13).

Sin entrar en detalles sobre todas las conversaciones que he tenido con estos hombres jóvenes, noto que sin excepción estaban sorprendidos para aprender que la palabra traducida como matar en este texto viene de la palabra hebrea para asesinato. Estaban sorprendidos al aprender que el castigo por matar en los días de Moisés era la muerte. Estaban igualmente sorprendidos al aprender que Moisés mismo era un gran general que repetidas veces guió al ejército de Israel para pelear contra sus enemigos y que mataban en cantidades asombrosas.

El punto aquí es que este es el contexto mayor para el sexto mandamiento. Lo pone en un contexto completamente diferente de lo que estos jóvenes habían entendido anteriormente.

Equilibrar los principios correctos

Nuestro quinto principio tiene que ver con el balance necesario entre los principios del evangelio. Los principios correctos a menudo se encuentran en conflicto—una dificultad que podemos notar desde Edén. Dios deliberadamente puso a Adán y a Eva en una posición en donde estaban entre mandamientos en conflicto. Ellos habían sido mandados para multiplicarse y henchir la tierra, algo que no podían hacer sin participar del árbol del conocimiento del bien y el mal, que habían sido mandados para no hacer. Su situación requería que hicieran una decisión y luego vivir con sus consecuencias. Sabia y prudentemente escogieron guardar el mayor de los dos mandamientos de tener hijos lo cual requería que tomaran del árbol del conocimiento del bien y el mal. Nos referimos a este evento como la trasgresión de Adán, no como el pecado de Adán. Una trasgresión implica el rompimiento de una ley. El pecado, en cambio, es una desobediencia voluntariosa. En este caso no hubo pecado sino una ley transgredida. Las consecuencias de esta trasgresión, que se conoce como la Caída, crearon la necesidad para Cristo y Su Expiación.

Quiero llamarles la atención en el contexto de nuestra discusión que a veces—de hecho más a menudo de lo que nos gustaría—los principios correctos están en conflicto el uno con el otro. Nosotros, como Adán y Eva, a menudo nos enfrentamos con mandamientos contradictorios. Como ellos, nosotros también debemos de hacer una decisión en cuanto a lo que es más importante y lo que no es, y, tal como nuestros primeros padres, nosotros también debemos vivir con las consecuencias de estas decisiones.

Consideren estas ilustraciones. Por un lado queremos ser honestos; por el otro lado no queremos ser hirientes o insensibles. Ambas son virtudes, pero cualquier virtud exagerada llega a ser un vicio. Nos enseñan para ser comprensivos y misericordiosos, mas como sabe cualquier buen obispo, la misericordia no puede negar la justicia. Si se negara la justicia, se destruiría la responsabilidad personal, la doctrina del arrepentimiento y finalmente el entero plan de la salvación.

Existe la letra de la ley y también el espíritu de la ley, y hay un tiempo y un lugar para que cada cual asuma el escenario central. Así que hay un balance para mantener entre los principios del evangelio. La doctrina de la gracia, tan maravillosa que sea, no puede llegar a ser un matón para perseguir todos los otros principios del evangelio fuera de la capilla. No podemos enamorarnos de un principio tanto que empiece a eclipsar los demás. El mundo está lleno de ejemplos de esta clase de motín doctrinal donde el barco de la fe se ha controlado por un principio y los otros o están esclavizados o tienen que desbordarse.

Hay que recordar que ningún principio permanece correcto cuando se usa incorrectamente. Cualquier principio que se aísla del cuerpo de los principios se corrompe en su aislamiento. Lo que pasa a menudo es que somos invitados para dar una lección sobre un principio particular. Lo aíslan de sus principios que son sus compañeros para el estudio. Entonces hacemos un trabajo tan completo de explicar su importancia que cuando terminamos, se ha inflado hasta que ya no cabe con los otros principios que tienen que ser echados para darle espacio. La receta de los principios del evangelio no permite la omisión de un ingrediente para sustituirse con una doble dosis de otro. Todos los principios, correctamente comprendidos, deben permanecer en su relación correcta con todos los demás principios del evangelio.

Esta vida está llena de decisiones, y aún la mejor decisión trae sus consecuencias. De hecho, la mejor decisión generalmente cuesta mucho. No vinimos a esta tierra para ver cuántas dificultades podíamos evitar o por cuánto tiempo podíamos descansar en la sombra, sino que vinimos para ver si escogíamos permanecer en la luz y trabajar con energía en la causa de la verdad.

Usen comentarios y el sentido común

El sexto principio del estudio de escritura es buscar libremente la ayuda de fuentes que excedan tu conocimiento sobre cualquier asunto particular. Nosotros tenemos una cantidad de ayudas excelentes en las últimas ediciones de las escrituras de la Iglesia. Los encabezamientos de los capítulos no solamente dan un resumen conciso del contenido del capítulo sino que también a menudo contienen una explicación y comentarios. Las notas de pie de página también pueden ayudar pero no deben suponer que ellas mismas son escritura. En la edición de inglés de la Iglesia, la Guía Temática, El Diccionario Bíblico, La Traducción de José Smith, y los mapas también son un gran recurso. Los comentarios seculares ayudan con asuntos acerca de la historia y la geografía. En aspectos doctrinales la ayuda que dan es muy limitada. En cuanto a los comentarios de los Santos de los Últimos Días, nadie va a tener la razón siempre, pero esto no quiere decir que no puedan ayudar en algunas cosas.

Se ha dicho con frecuencia que el mejor comentario sobre las escrituras son las escrituras mismas. Seguramente este es el caso pero no es una cuestión de usar un versículo para interpretar otro versículo; es ver que el Antiguo Testamento es un comentario maravilloso sobre en Nuevo Testamento y que el Nuevo Testamento es igualmente importante para descubrir o entender el Antiguo Testamento. Además no es suficiente que nosotros como Santos de los Últimos Días veamos el Libro de Mormón como “Otro Testamento de Jesucristo”; debemos también reconocer que es una clave con que nosotros descubrimos el significado verdadero del Antiguo y Nuevo Testamento. Es el palo de José hablado por Ezequiel que iba a llegar a ser uno con el palo de Judá para el propósito de recoger un Israel esparcido (véase Ezequiel 37:19).

Por lo que José de Egipto dijo: “Por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, [y hablaba de su propia simiente]; y el fruto de los lomos de Judá escribirá ; y lo que escriba el fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los postreros días, y también al conocimiento de mis convenios, dice el Señor” (2 Nefi 3:12; Traducción de José Smith, Génesis 50:31).

El punto aquí es que el mensaje de los dos libros es el mismo. Si lo entendemos correctamente ellos están enseñando los mismos principios, testificando del mismo Dios y guiándonos hacia el mismo fin. El Libro de Mormón restaura nuestra comprensión de las cosas “claras y preciosas” que se perdieron o se tomaron de los manuscritos de la Biblia antes de imprimirse en forma de libro. Ningún libro de las escrituras se amenaza entre sí. Aunque sean diferentes en detalles, los Evangelios testifican uno del otro. Así sucede con los que llamamos textos canónicos No son rivales, sino compañeros.

Yo he escuchado muchas cosas negativas acerca de los comentarios. Recuerden que muchas de las escrituras, si no la mayoría, son comentarios acerca de otras escrituras. Cualquier cosa escrita o dicha acerca del evangelio es un comentario sobre el evangelio, aún la declaración que no debemos usar los comentarios como comentarios.

También hay que decir que hay pocas cosas más importantes para comprender las escrituras que el sentido común. Ningún pasaje de escritura puede resistir la mala comprensión y ningún texto de escritura ha resistido el mal uso. Las causas malas y la mala política a menudo se sostienen con citas de las escrituras. Los argumentos de las escrituras se explotaron en la época de Jesucristo para rechazarle a Él. Para aquellos que buscaban Su muerte, Cristo dijo:

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas [o sea, las escrituras] son las que dan testimonio de mí;
y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Gloria de los hombres no recibo.
Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.

¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.
Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5:39–47)

En cuanto al uso ingenioso de la escritura, la gran clave es que declarara lo figurativo como algo literal y lo literal como algo figurativo. Al hacer esto, puedes profesar amor por la escritura mientras cambies su significado.

En el libro de Moisés leemos que Adán fue creado con el “polvo” de la tierra (véase Moisés 3:7). Algunos dirían que el primer hombre para ser creado fue hecho de barro. Sin embargo, el mismo texto dice que tú y yo hemos “nacido en el mundo mediante el agua, y la sangre, y el espíritu” que Dios había hecho “y así del polvo habéis llegado a ser alma viviente” (Moisés 6:59). El mismo autor que usó “polvo” para describir el nacimiento de Adán lo usa también para describir tu nacimiento y el mío.

En este contexto leemos que Eva fue creada de la costilla de Adán (véase Moisés 3:21–22). El texto no se preocupa para informarnos que esto es figurativo, que es una metáfora para enseñar que el puesto de la mujer es al costado del hombre. La escritura no nos dice esto. Debemos deducirlo. Nuestro entendimiento viene de la “doctrina del sentido común.” Las niñas no se hacen de azúcar y especies, ni tampoco se crean de la costilla de su marido. Hay algunas cosas que tenemos que comprender por nuestra propia cuenta.

Cuando estudiamos álgebra, aprendimos que podíamos tomar lo conocido y usarlo para solucionar la incógnita. Podemos hacer lo mismo con los principios del evangelio. Si, por ejemplo, sabemos que un pueblo tenía el Sacerdocio de Melquisedec, entonces sabemos que también tenían el don del Espíritu Santo porque es el Sacerdocio de Melquisedec que otorga este don.

Algunos de mis estudiantes me han pedido evidencia que el principio del matrimonio eterno se practicaba en los tiempos del Antiguo Testamento. ¿No es razonable deducir que si recibimos la autoridad de efectuar el matrimonio eterno de Abraham o alguien de su dispensación que dicha autoridad debe haber existido en aquella dispensación? De igual manera, podríamos deducir que si el bautismo es una ordenanza del Sacerdocio Aarónico, entonces un pueblo teniendo el Sacerdocio Aarónico también tendría la ordenanza del bautismo.

El conocimiento que Dios es eterno y que los principios salvadores que vienen de Él son absolutos, repetidas veces abre las escrituras a nuestra comprensión. Sirve para desafiar, por ejemplo, la idea que había un plan de salvación para el pueblo de la época del Antiguo Testamento y hay un diferente plan de salvación para el pueblo de la época del Nuevo Testamento y todavía hay otro para la gente viviendo en la época actual. Seguramente reemplaza la idea que no había ninguna Iglesia de Cristo antes de la época del Nuevo Testamento.

“Aplicáoslas a vosotros mismos” (1 Nefi 19:24)

El séptimo y último principio que quiero sugerirles para enriquecer su estudio de las escrituras es de aplicar las escrituras a ustedes mismos (1 Nefi 19:23–24). En varias revelaciones de Doctrina y Convenios el Señor dice, “Lo que digo a uno lo digo a todos” (D. y C. 93:49). Por ejemplo, Doctrina y Convenios 25 contiene una revelación a Emma Smith donde Él le llama “una dama elegida” (v. 3). Ella recibe la instrucción específica de seleccionar himnos para el uso de la Iglesia joven y luego recibe unos consejos generales. En la conclusión de esta revelación, el Señor dice, “Y de cierto, de cierto te digo, que ésta es mi voz a todos” (D. y C. 25:16). Por lo tanto, cada miembro de la Iglesia tiene un derecho igual para esta revelación. Pertenece tanto a nosotros como a Emma.

La comprensión de este principio requiere un poco de sentido común del cual hemos hablado. El Señor no quería que cada miembro recopilara un himnario, sino que todos debemos evitar la tentación de murmurar acerca de nuestra suerte, debemos buscar la ayuda del Espíritu Santo en nuestro conocimiento y debemos poner al lado las cosas de este mundo para buscar las cosas de un mundo mejor, tal como Emma fue instruida para hacerlo. Al hacerlo, tenemos la misma promesa que recibió Emma—recibiremos una “corona de justicia” con todas las bendiciones que la acompañan.

De igual manera el Señor dio una revelación a José Smith, padre. Es una revelación acerca del servicio y se encuentra en la cuarta sección de Doctrina y Convenios. Los misioneros la citan frecuentemente cuando se reúnen, pero la revelación realmente pertenece a todos nosotros. Es nuestra puesto que los principios que la abarcan se aplican a nosotros exactamente de la misma manera que se aplicaron a José Smith padre. Así es cuando tomamos la tela de las escrituras y la adaptamos para conformarla a nuestras circunstancias. Lo hacemos con integridad, tomando los principios eternos y dejándole, a quien la revelación iba dirigida originalmente, las promesas que eran para él o ella.

Conclusión

Esto nos lleva a un círculo completo. Sirve para unir nuestros siete principios. Empezamos con la idea de que las escrituras, es decir la revelación, realmente es revelación cuando es acompañada por el espíritu de la revelación.

José Smith y Oliver Cowdery nos dan un ejemplo notable de este principio. Después de que Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico a ellos; después de ser bautizados y que el Espíritu Santo se les confirió sobre ellos, José Smith dijo, “Encontrándose ahora iluminadas nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado” (José Smith—Historia 1:74; énfasis agregado).

Agregamos a esto un segundo principio, la idea de que los principios del evangelio son eternamente los mismos. Toda escritura viene de la misma fuente, tiene el mismo propósito y enseña la misma doctrina. El evangelio de Jesucristo jamás ha evolucionado. No está sujeto al cambio, es absoluto y eterno. La doctrina por la cual Adán y Eva encontraron la salvación es una y la misma con la doctrina por la que cada uno de sus hijos por todas las generaciones del tiempo encontrarán la salvación. Se centrarán sobre el mismo Salvador, la misma Expiación, la obediencia a las mismas leyes y ordenanzas y requerirá el mismo sacerdocio.

Tal como hay solamente un Salvador, así hay sólo un evangelio. Cuando el Cristo resucitado visitó el pueblo del Nuevo Mundo, lo hizo como lo había hecho en el Antiguo Testamento. Fue a Su templo, llamó y ordenó a doce hombres para ser sus testigos especiales de Su nombre y Él enseñó el mismo evangelio que había enseñado a los de Su propia nación. El evangelio y sus convenios y promesas permanecen sempiternamente lo mismo. No había un evangelio para los pioneros y otro para nosotros, o uno para los apóstoles y profetas y otro para el resto de la Iglesia. Solamente tenemos un evangelio tal como sólo tenemos un Salvador. Cada uno de nosotros hace los mismos convenios, cada uno recibe la misma promesa de bendiciones. En este contexto las promesas en las revelaciones son nuestras; se nos dieron a nosotros también; podemos colocar nuestros nombres adentro de ellas.

Nuestro tercer principio ha sido de buscar conocimiento por el estudio y la fe. Debe ser obvio que la única manera que podemos verdaderamente aprender acerca de la fe es al ejercerla. La idea que debemos buscar conocimiento tanto por el estudio como por fe sugiere que la fe no nos requiere que dejemos nuestras mentes en la puerta cuando asistimos a la clase de la Escuela Dominical o cuando tratamos de aprender más acerca del evangelio. Sugiere, no obstante, que sería un evangelio pequeño si no alcanzara más allá de los límites de nuestro entendimiento y el conocimiento que hemos acumulado. La misma revelación que nos dice que debemos buscar el conocimiento por la fe también nos dice que Dios, no la naturaleza, es el autor de todas las leyes. Esta revelación declara que todas las leyes, la luz y la vida vienen de Dios y que Él está encima de todos ellos. Él es su hacedor, no su compañero.

Nuestro cuarto principio notó que todo tiene su debido contexto. Todos los principios del evangelio tienen un contexto inmediato y un contexto más general que es la plenitud del evangelio. Ningún principio del evangelio tiene el propósito de existir solo. El aislamiento de cualquier principio de la congregación de principios del evangelio es una perversión de dicho principio. El evangelio no consiste de la gracia sola, el amor solo, la fe sola o de cualquier principio solo. Los principios del Evangelio se sostienen el uno al otro.

Por eso notamos como nuestro quinto principio el balance necesario entre los principios del evangelio. La ignorancia no puede nutrir la fe, ni tampoco puede el intelecto sustituirse por ella. La Biblia permanece un libro sellado a los que adoran en el altar de su propio intelecto. Su significado y propósito también se pierden entre los que reducen su mensaje a algunas frases que ellos citan sin fin para justificar su entendimiento superficial y la rapidez con que adoptan lo que no tienen ningún lugar en la casa de la fe.

Nuestro sexto principio promueve la búsqueda de la sabiduría y la ayuda de todas las fuentes que nos conducen a un entendimiento mayor. Ninguna fuente excedería la voz del profeta viviente; de hecho, la voz unida de todos los profetas del pasado nos insta que escuchemos al profeta viviente.

Observamos en nuestro séptimo y último principio que buscamos el mismo destino que los fieles de épocas anteriores, y de ahí el camino que marcaron en sus escrituras es de gran valor para nosotros. Para que nos ayude, debemos alinear el mapa que nos han dado con los mismos principios conocidos por ellos y leerlo con el mismo Espíritu conocido por ellos.

Cada vez que alguien interpreta un pasaje de las escrituras, recibimos una medida de su sentido común y de su integridad espiritual. Lo que tú haces con las escrituras, incluyendo que las rechaces, es una manera maravillosa por la cual el Señor toma medidas de tu alma. Que cada uno de nosotros podamos darle una buena medida es mi oración.

Fuente: Estudios SUD (mundolds.blogspot.com)

Howard W. Hunter- ¿Es necesaria una iglesia?

El presidente Howard W. Hunter fue el decimocuarto profeta, vidente, revelador y presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ùltimos Dìas desde el 5 de Junio de 1994 hasta su muerte el 3 de Marzo de 1995.


¿CUANTAS veces habéis oído hacer la declaración o expresar la opinión de que no es necesario
tener una Iglesia, o participar en una organización religiosa, para ser un buen cristiano o llevar una vida cristiana? Quisiera ahora examinar con vosotros la validez de tal declaración en su relación con las Escrituras y el razonamiento, el cual se asa en hechos.

A fin de comenzar una investigación en este tema, parece indispensable que nos volvamos al autor del Cristianismo. Al dirigirse a las multitudes, el Maestro dijo: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos." (Mateo 7:21)

Cuando oigo estas palabras me parece que el Señor estuviera diciendo: "Sólo porque una persona reconozca mi autoridad, crea en mi naturaleza divina, o simplemente exprese fe en mis enseñanzas o en el sacrificio expiatorio que realicé, esto no significa que entrará en el reino de los cielos, ni que logrará un grado más alto de exaltación." Implícitamente está diciendo: "Creer sólo, no es suficiente." Y entonces agrega: "sino el que hace la voluntad de mi Padre" o sea aquél que trabaja y poda la viña para que dé buenos frutos.

En la revelación que se refiere principalmente a la mejor manera de vivir, que nos fue dada por el
Señor como palabra de sabiduría, se mencionan tanto las cosas que son buenas para el hombre como las que no lo son, y luego el Señor agrega esto: "Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, recibirán salud en sus ombligos, y médula en sus huesos; y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, aun tesoros escondidos; y correrán sin cansarse, y no desfallecerán al andar. Y yo, el Señor, les hago una promesa, que el ángel destructor pasará de ellos como de los hijos de Israel, y no los matará." (Doc. y Con. 89:18-21) "Guardar y hacer estas cosas" parecen ser las palabras clave. Una vez más debemos ser hacedores de la palabra y no solamente oidores a fin de obtener la bendición.

En su epístola dirigida a las doce tribus dispersadas por doquier, Santiago las amonesta de esta
manera: ". . . ser hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace." (Santiago 1:22-25)

Hay una razón histórica para esta declaración de Santiago. De acuerdo a los informes que han llegado hasta nosotros, la primera Iglesia, establecida por Cristo y extendida por el mundo bajo la
dirección de los apóstoles, seguía la misma forma de guardar el Día del Señor que practicaba el pueblo judío en las sinagogas. Durante estos servicios, se leían escrituras del Antiguo Testamento. Los escritos de los libros conocidos ahora como el Nuevo Testamento no habían sido recopilados todavía, pero indudablemente habían sido introducidas las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles; cantaban los salmos y los primeros himnos cristianos y ofrecían oraciones. Parecería que Santiago se refiriera a la participación en los servicios religiosos al decir "pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores". El valor de participar en servicios de la Iglesia, según Santiago, ha sido comprendido cuando la palabra oída se convierte en la acción. Si alguien se considera devoto sin llevar a su vida diaria las verdades que ha oído, su devoción es tan inútil como la mirada al espejo, que inmediatamente se olvida.

El apóstol Pablo hizo una declaración que resulta similar a la anterior; con estas palabras, se refirió a los requerimientos de la ley en su epístola a los santos en Roma: "porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados." (Romanos 2:13) En otras palabras, los justos no son los oidores de la ley, sino los hacedores. Las observaciones de Pablo se dirigen a aquellos que viven bajo la idea errónea de que una honrosa adherencia a la religión tradicional heredada, los convertirá en creventes merecedores de las
bendiciones. Ellos son devotos de boca, pero no hacedores de la ley.

Refiriéndose a la parábola de las dos casas, Lucas recoge las palabras de Jesús concernientes al servicio de boca: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa." (Lucas 6:46-49)

Este mismo principio es verdadero cuando afecta otro tipo de relaciones. La amistad no puede perdurar si está edificada en la arena del egoísmo. Los matrimonios no son duraderos cuando no tienen otro cimiento que el de la atracción física, y no están basados en un amor profundo y en la lealtad. El mismo principio es verdadero cuando se trata de la relación entre el individuo y la Iglesia. La tradición no es suficiente; tampoco lo son los dogmas ortodoxos, ni los credos formales. No es suficiente decir "Señor, Señor". Tales creencias tienen su fundamento
en la arena.

Toda naturaleza que sea del dominio de Dios presenta el mismo principio: La abeja que no trabaje pronto se verá echada de la colmena. Al mirar a las laboriosas hormigas en sus caminos o alrededor del hormiguero, quedo impresionado por el hecho de que no son solamente creyentes sino hacedoras; a la gallina no le basta con cloquear para conseguir semillas, tiene que escarbar; un pozo de aguas estancadas, verdes por las algas y la escoria de la inactividad, es el lugar de procreación de bacterias, pero la corriente clara que baja de las montañas saltando
sobre las rocas, es una invitación a beber.

Las palabras del Maestro referentes a la casa sin fundamentos me dicen que el hombre que tenga la somera y temeraria idea de que se basta a sí mismo no puede edificar su vida sobre un fundamento que la haga fácil y agradable. Mientras el tiempo le sea favorable, su locura puede pasar desapercibida; pero un día vendrán las inundaciones, las aguas fangosas de alguna pasión repentina, la corriente tempestuosa de una tentación no prevista. Si su carácter
no tiene una base más firme que la del servicio de boca, toda su estructura moral se vendrá abajo.

¿Qué podemos hacer conscientemente para edificar una base fuerte, y colocarnos en una posición tal que podamos hacer la voluntad de nuestro Padre? ¿Cómo podemos recibir mejor ayuda, más allá del hecho de ser meros oidores o creyentes, para convertirnos en hacedores de la palabra? Si estudiamos las leyes de Dios y las enseñanzas del Salvador, encontramos que, en casi todos los casos hay referencias a nuestras relaciones con los demás. El individuo encuentra limitaciones en llegar a ser un hacedor, si está en soledad y aislamiento.

Un hombre solo no puede construir su automóvil, sino que es una asociación de hombres unidos con un propósito lo que provee los medios para que el producto sea fabricado y vendido. En la sociedad en la cual vivimos, muy pocas personas son autodidactas; confiamos en la organización de una gran cantidad de gente para lograr el objetivo. En los negocios y la industria, logran el éxito aquellos que se unen enérgicamente con un propósito común. Hay muchas cosas que puede lograr el hombre uniéndose a otros, que de otra manera resultarían casi imposibles,
trabajando solo.

Aparte del individuo, el grupo más pequeño en la sociedad es la familia. Un hogar basado en los principios enseñados por Cristo, es uno de los ejemplos más hermosos de vida cristiana; todos los miembros de la familia tienen la oportunidad y el privilegio de ser hacedores, y de ampliar sus posibilidades de vivir los mandamientos con mayor perfección. Extender la unidad familiar a la gran comunidad de la Iglesia, ofrece oportunidades aún mayores de ser hacedores de la palabra. Es de esta ampliación dela relación familiar que sacamos nuestro vocabulario cristiano, llamando a Dios "Padre", a Jesucristo nuestro "Hermano Mayor", y refiriéndonos los unos a los otros como a "hermano" y "hermana".

Los objetivos de la Iglesia son: enseñar las leyes del Señor y los principios del evangelio; ayudar al individuo en su educación religiosa; implantar el firme testimonio de que Dios vive y de que Jesús es el Cristo y el Salvador del mundo; y alentar a todos los miembros en el camino hacia la exaltación celestial y eterna, mediante la oportunidad de "hacer'. Hay una razón real por la cual Cristo estableció su Iglesia durante su ministerio en la tierra. Para poder comprender, sólo tenemos que escuchar sus palabras, y las enseñanzas de aquéllos que El envió al mundo. "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrada en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos." (Mateo 7:21) "Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas. . ." (Doc. y Con. 89:18) ". . . sino los hacedores de la ley serán justificados." (Rórnanos 2:13) "Todo aquél que viene a mí, y oye mis palabras y las hace. . ." (Lucas 6:47) , . . todas estas son las amonestaciones.

Del hecho de que la Iglesia fuera establecida por Cristo durante su ministerio, debemos sacar en conclusión que ella es esencial para el hombre, y no optativa; su vida y su ministerio fueron dedicados aestablecer un patrón y crear el modelo: El estableció esas cosas con la admonición de que las sigamos.

Yo os aseguro que la Iglesia de Jesucristo es tan necesaria en la vida del hombre actualmente, como lo era cuando fue establecida por El; no con un interés pasivo ni con la mera declaración de la fe, sino con el atributo de una responsabilidad activa. En este sentido la Iglesia nos saca de la oscuridad de una vida aislada a la luz del evangelio, donde la creencia se convierte en la acción, de acuerdo a las amonestaciones de las escrituras. Esta es la única esperanza para el individuo, la familia, la Iglesia las naciones de la tierra.

Trece mil hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, se encuentran en el mundo comprometidos en una misión, declarando que la Iglesia establecida por Cristo durante su ministerio, y perdida para el mundo por causa de la corrupción de los hombres en las épocas de oscurantismo de la historia, ha sido restaurada otra vez sobre la tierra; que aquella Iglesia es la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; que el poder y autoridad para actuar en el nombre de Dios, ha sido de nuevo conferido a los hombres. Quiero agregar mi testimonio para confirmar estos hechos. Sé que Dios vive y que Jesús, su Hijo, es el Cristo y el Salvador del mundo. Que cada uno de nosotros pueda convertirse en un hacedor de la palabra por medio de la participación activa en la Iglesia lo ruego humildemente, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Fuente: Estudios SUD (mundolds.blogspot.com)

viernes, 17 de septiembre de 2010

Neal A. Maxwell - El Cosmos de Nuestro Creador


El èlder Neal A. Maxwell fue miembro del Quorum de los Doce Apostoles desde el 23 de Julio de 1981 hasta su muerte el 21 de Julio de 2004, a la edad de 78 años. El siguiente discurso se dio en la conferencia anual número veintiséis de educadores religiosos del Sistema Educativo de la Iglesia, el 13 de agosto de 2002, en la Universidad Brigham Young.

La educación religiosa de nuestros jóvenes y jóvenes adultos en nuestros seminarios e institutos de religión, nuestras escuelas, escuelas superiores y universidades de la Iglesia, es uno de los programas más eficaces y productivos de la Iglesia.

Aunque el deber de ustedes es servir a la “nuevas generaciones”, confío en que su deber se haya convertido en su placer. Gracias, ¡desde lo más profundo de mi corazón! Y gracias también al hermano Randy McMurdie, que ayudó tanto con los arreglos de las ayudas visuales especiales.

Quiero agradecerle al Profesor Eric G. Hintz de la Universidad Brigham Young, astrónomo observacional, por sus sugerencias tan útiles y sustanciales en cuanto a estos comentarios. Por medio de él, he tenido el placer de tener conocimiento del creciente número de alumnos Santos de los Últimos Días que están estudiando astronomía y astrofísica avanzadas. Para ellos y para todos nosotros, estas palabras de Anselmo constituyen un buen consejo: “Creer a fin de entender”, en lugar de “Entender a fin de creer”.1 Yo, y sólo yo, soy responsable de lo que digo. Mi tema es “El Cosmos de nuestro Creador”.

Suplico la ayuda vital del Espíritu al hablarles como Apóstol y no como astrofísico. Como testigo especial, hablaré del testificante universo: “Las Escrituras están delante de ti; sí, y todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo” (Alma 30:44; cursiva agregada).

Que lo que viene a continuación—no mis palabras, sino las contundentes palabras de las escrituras junto con algunas impresionantes imágenes—aporten asombro y reverencia acerca de las maravillas que han efectuado el Padre y el Hijo para bendecirnos.

Bajo la dirección del Padre, Cristo fue y es el Señor del universo, “el mismo que contempló la vasta expansión de la eternidad” (D. y C. 38:1; cursiva agregada).

El difunto Carl Sagan, quien impartió conocimientos eficazmente sobre la ciencia y el universo, perceptiblemente observó que

En algunos aspectos, el asombro provocado por la ciencia ha superado con creces al de la religión. ¿Cómo es que casi ninguna de las principales religiones ha contemplado a la ciencia y llegado a la siguiente conclusión, “¡Esto es mejor de lo que pensamos! El Universo es mucho más grande de lo que dijeron nuestros profetas—más grandioso, más sutil, más refinado. Dios debe ser incluso más grande de lo que hemos soñado”? En cambio, dicen, “¡No, no, no! Mi Dios es un Dios pequeño, y quiero que permanezca así”. Una religión, antigua o nueva, que resaltara la magnificencia del Universo según lo revela la ciencia moderna, podría extraer reservas de reverencia y asombro apenas explotadas por las religiones convencionales. Tarde o temprano, surgirá tal religión.2

A los Santos de los Últimos Días ciertamente no nos debe faltar reverencia y asombro, especialmente cuando contemplamos el universo en el contexto de las verdades divinamente reveladas. Sí, el cosmos “según lo revela la ciencia moderna” es “refinado”, como escribió Sagan. Pero el universo también late con un propósito divino, de manera que nuestro asombro es mayor, brindando aun mayores razones de reverencial asombro respecto a “la magnificencia del universo”!

Claro está que la Iglesia no se alinea con los astrofísicos del 2002, ni tampoco aprueba ninguna teoría científica particular acerca de la creación el universo.

Al llevar a cabo su importante labor, los astrofísicos usan el método científico y no buscan respuestas espirituales. Algunos científicos comparten nuestra creencia en explicaciones religiosas acerca de estas vastas creaciones, pero algunos ven nuestro universo como un universo sin creador. Privados de la creencia en significado cósmico, algunos, como los describe un escritor, ven a los humanos como que están “desgarrados y lloriqueando en pos de un universo extraño”.3

¡Las Escrituras nos dicen rotundamente lo contrario!

No obstante, ¿nos estimulan lo suficiente las arrolladoras palabras de las escrituras con las que hemos sido bendecidos? ¿Nos estamos convirtiendo gradual y constantemente en la “clase de gente” que refleja tales elevadas doctrinas con nuestra aumentada santificación espiritual? Hermanos y hermanas, está regalando los secretos espirituales del universo, pero, ¿estamos escuchando?

En la vida diaria como discípulos, se nos instruye: “levantad las manos caídas” (Hebreos 12:12). ¿Por qué no esforzarse también en “levantar” las a veces pasivas y limitadas mentes que también están “caídas”, ajenas al asombroso panorama del todo?

Dado todo lo que Dios ha hecho para preparar un lugar para nosotros en el vasto universo, ¿no podríamos desarrollar y mostrar mayor fe? En las perplejidades y complicaciones de la vida, ¿tendremos fe en que el Creador haya “proveído todo lo necesario” para llevar a cabo todos Sus propósitos? 4

Hace años, el presidente J. Reuben Clark, hijo hizo esté reconfortante comentario: “Nuestro Señor no es un novato, Él no es un aficionado; Él ha estado en esta vía una y otra y otra vez.”5

Hermanos y hermanas, ¿no ha descrito el Señor Sus vías como “un giro eterno”? (D. y C. 35:1; véase también 1 Nefi 10:19; Alma 7:20; D. y C. 3:2).

Un mayor aprecio por el gran universo nos ayudará también a vivir una vida más recta en nuestros propios y pequeños universos de la vida cotidiana. Asimismo, un mejor entendimiento del gobierno de Dios de las vastas galaxias puede conducirnos a un mejor auto gobierno.

Ahora pasemos a una mezcla de escrituras, ilustraciones y comentarios científicos.

Consideren esta foto de nuestra hermosa tierra con nuestra luna en primer plano:

Reflexionen sobre cuánto tiempo le costo al hombre llegar a la luna, ¡y sin embargo ésta está en nuestro propio patio trasero!

Los recursos tan necesarios para mantener la vida humana se proporcionan muy generosamente en este particular planeta; a menos que sean mal administrados, se nos dice que hay “suficiente y de sobra” (D. y C. 104:17). Sin embargo, con todo lo grande que es esta tierra—y todos los viajeros podemos atestiguar de ello—Stephen W. Hawking nos ha proporcionado una perspectiva aleccionadora: “[Nuestra] tierra es un planeta de tamaño medio, orbitando alrededor de una estrella normal en las afueras de una galaxia espiral común y corriente, la cual de por sí es una de un millón de millones de galaxias en el universo observable”.6

Un científico que no cree en el designio divino, no obstante notó que “al contemplar el universo e identificar los muchos accidentes. . . que han obrado para nuestro beneficio, parece casi como que el universo de alguna manera sabía que veníamos”.7

Las condiciones en esta tierra aparentemente son más favorables que en cualquier otro sistema solar.

Si, por ejemplo, el planeta tierra estuviera más cerca del sol, nos quemaríamos, y si estuviera más lejos, nos congelaríamos.

Ahora fíjense en la flecha, que señala aproximadamente donde está situado nuestro sistema solar en medio de la increíble extensión de nuestra propia galaxia, La Vía Láctea.

En esta imagen, aunque nuestro sistema solar se extiende millones de millones de millas, ¡es demasiado pequeño como para poder verlo! ¡Oh, el asombroso alcance de todo!

En una noche despejada, ustedes y yo podemos ver algunas partes de la Vía Láctea, pero ¿y si el hecho de ver las estrellas sucediera sólo una vez cada mil años? Ralph Waldo Emerson escribió de cómo entonces los hombres creerían y adorarían; y conservarían por muchas generaciones el recuerdo de la ciudad de Dios que se les había mostrado”.8

Con razón las escrituras nos indican lo amplio y variado que es el testimonio de Dios para nosotros: “Y he aquí… se han creado y hecho todas las cosas para que den testimonio de [Dios];… cosas que hay arriba en los cielos, cosas que están sobre la tierra… todas las cosas testifican de [Dios]” (Moisés 6:63; cursiva agregada).

Ahora, contemplen lo que constituye tan sólo una sección dentro de nuestra vasta galaxia, la Vía Láctea:

¿No es asombroso? ¡Especialmente cuando nos damos cuenta que las distancias entre esos puntitos brillantes son tan grandes!

Sea cual sea el cómo del proceso de creación de Dios, se plantean cosas espiritualmente reconfortantes acerca del principio—“más allá del más allá”, de hace tanto tiempo. “Y estaba entre ellos uno que era semejante a Dios, y dijo a los que se hallaban con él: “Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar; . . .Y descendieron en el principio, y ellos . . . organizaron y formaron los cielos y la tierra” (Abraham 3:24; 4:1; cursiva agregada).

Notablemente, según algunos científicos, “Nuestra galaxia, la Vía Láctea, está situada en uno de los espacios relativamente vacíos entre las Grandes Murallas”.9




Hay espacio allí.

A medida que los científicos continúan explorando más allá de nuestra galaxia con el telescopio espacial Hubble, descubren cosas asombrosas como la “Keyhole Nebula” con sus propias estrellas.

El telescopio Hubble nos ha mostrado muchísimo más; y, utilizando una de las palabras favoritas de sus estudiantes, ¡es impresionante!

La siguiente imagen es de una región de estrellas en formación que tiene que ver con material no organizado.

“Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, así aparecerá otra” (Moisés 1:38).

Ahora vemos una imagen de “los restos” después de morir una estrella.

“Porque he aquí, hay muchos mundos que por la palabra de mi poder han dejado de ser” (Moisés 1:35).

En la letra del himno “Grande Eres Tú,” sobre el universo y la Expiación, cantamos que “desde el cielo al Salvador envió”.10

Fuera cual fuera la manera en que Dios inició el proceso, aparentemente hubo supervisión divina: “Y los Dioses vigilaron aquellas cosas que habían ordenado hasta que obedecieron” (Abraham 4:18; cursiva agregada).

De una manera significativa, nosotros aquí en la tierra no estamos solos en el universo. En Doctrina y Convenios, que será el enfoque de su estudio en este año escolar, leemos “que por [Cristo], por medio de él y de él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios” (D. y C. 76:24; cursiva agregada; véase también Moisés 1:35).

No sabemos dónde están o cuántos otros planetas habitados existen, aunque parece que estamos solos en nuestro propio sistema solar.

En cuanto al papel continuo del Señor entre Sus muchas creaciones, se ha revelado muy poco. Hay indicios, sin embargo, de reinos y habitantes.

“Por consiguiente, compararé todos estos reinos y sus habitantes a esta parábola, cada reino en su hora y en su tiempo y su sazón, de acuerdo con el decreto que Dios ha establecido” (D. y C. 88:61).

El Señor incluso nos invita a que “[meditemos] en [nuestro] corazón” esa particular parábola (v. 62). Tal meditación no significa hacer conjeturas inútiles, sino más bien la espectativa paciente y mansa de revelaciones adicionales. Además, Dios dio sólo información parcial —“no todas”—a Moisés, con “sólo… un relato de esta tierra y sus habitantes” (Moisés 1:4, 35), pero Moisés aún aprendió cosas que “nunca [se] había imaginado” (v. 10). No obstante, ¡no adoramos a un Dios de sólo un planeta!

Ahora contemplen esta imagen de lo que se llama “el espacio profundo”:

Casi cada punto que ven en este cuadro, cortesía del telescopio Hubble, ¡es una galaxia! Piensen en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea. Se me informó que cada galaxia aquí tiene del orden de cien mil millones de estrellas. Sólo este pequeño rinconcito del universo tiene casi incontables mundos.

Anteriores creyentes en los designios divinos incluyen a Alexander Pope. Así se expresó acerca de las maravillas de este universo:

Un grandioso laberinto, mas no carente de plan. . . .

Por mundos incontables aunque el Dios sea conocido,

Nosotros debemos descubrirlo a Él. . . .

[Aunque] otros planetas giran alrededor de otros soles.11

Felizmente para nosotros, hermanos y hermanas, ¡lo vasto de las creaciones del Señor se compara con lo personal de Sus propósitos!

“Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó” (Isaías 45:18; véase también Efesios 3:9; Hebreos 1:2).

“Y he creado incontables mundos, y también los he creado para mi propio fin;

“. . . Porque he aquí, hay muchos mundos que por la palabra de mi poder han dejado de ser. Y hay muchos que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco” (Moisés 1:33, 35).

Uno se podría preguntar, ¿cuál es el propósito de Dios para los habitantes de la tierra? Queda mejor expresado en ese lacónico versículo con el que todos están tan familiarizados: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

Por consiguiente, en la vasta expansión del espacio, existe un asombroso sentido de lo personal, ¡pues Dios conoce y ama a cada uno de nosotros! (véase 1 Nefi 11:17). ¡No somos una mera cifra en el espacio inexplicable! Mientras que la pregunta del Salmista era ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?” (Salmos 8:4), la humanidad constituye el mismo centro de la obra de Dios. Somos las ovejas de Su mano y el pueblo de Su pastoreo (véase Salmos 79:13; 95:7; 100:3). Su obra incluye nuestra inmortalización, ¡lograda mediante la gloriosa Expiación de Cristo! Piensen en ello, hermanos y hermanas, aun con toda su extensa longevidad las estrellas no son inmortales, pero ustedes sí.

Las revelaciones nos aportan muy poca información acerca de cómo el Señor lo creó todo. Los científicos, mientras tanto, se centran en cómo, qué y cuando. No obstante, algunos de ellos reconocen la perplejidad ante el por qué. Hawking dijo: “Aunque la ciencia resuelva el problema de cómo comenzó el universo, no puede contestar la pregunta: ¿Por qué el universo se toma la molestia de existir? Yo no sé la respuesta de eso”.12

Albert Einstein comentó acerca de sus deseos: “Quiero saber cómo creó Dios este mundo. No me interesa este o aquel fenómeno, en el espectro de este o aquel elemento. Quiero conocer Sus pensamientos; el resto son meros detalles”.13

El Dr. Allen Sandage, un creyente de los designios divinos, fue ayudante de Edwin Hubble. Sandage escribió: “La ciencia. . . está preocupada con el qué, cuándo y cómo. No contesta, ni puede contestar, dentro de su método (por muy poderoso que sea ese método), por qué”.14

Misericordiosamente, se nos dan respuestas vitales y cruciales a las preguntas de por qué, en revelaciones que contienen las respuestas que más nos interesan. Enoc, habiendo visto cosas vastas y espectaculares, se regocijó, ¿pero en qué? Se regocijó en su seguridad personal acerca de Dios: “y tú todavía estás allí” (Moisés 7:30). Enoc incluso vio a Dios llorar por innecesarios sufrimientos humanos, lo cual nos dice mucho sobre el carácter divino (véanse los versículos 28–29). Pero ese es un tema para otro momento.

Desgraciadamente, aun con las extraordinarias revelaciones sobre el cosmos y los propósitos de Dios, la gente puede alejarse. Esta gente se alejó: “Y sucedió que. . . el pueblo comenzó a olvidarse de aquellas señales y prodigios que había presenciado, y a asombrarse cada vez menos de una señal o prodigio del cielo, de tal modo que comenzaron a endurecer sus corazones, y a cegar sus mentes, y a no creer todo lo que habían visto y oído” (3 Nefi 2:1).

De manera que, al meditar sobre la grandeza creativa de Dios, se nos dice también que consideremos la belleza de los lirios del campo. Recuerden, ¡“todas las cosas” dan testimonio de Él! (véase Alma 30:44).

En esta imagen vemos lirios, y luego, de cerca, designio divino. El mismo designio divino del universo se minimiza en los lirios del campo (véase Mateo 6:28–29; 3 Nefi 13:28–29; D. y C. 84:82).

El milagro de este planeta tiene muchas continuas y maravillosas sutilezas. Wendell Berry escribió:

“Quien realmente haya considerado los lirios del campo o los pájaros del aire y meditado en la improbabilidad de su existencia en este cálido mundo dentro de las frías y vacías distancias estelares apenas se sorprenderá de que el agua se volviera vino, lo cual, después de todo, es un milagro muy pequeño. Nos olvidamos del milagro mayor y continuo por el cual el agua (con tierra y luz solar) se convierte en uvas”.15

Al dar reverencia a lo que el Señor ha creado, hemos de darle reverencia a Él y a Su carácter lo bastante como para esforzarnos a ser más como Él, tal como Él lo ha mandado (véase Mateo 5:48; 3 Nefi 12:48; 27:27). Por tanto, no es de sorprender que el poder de la deidad que se revela en los lirios asimismo se revela en las ordenanzas de Su Evangelio (véase D. y C. 84:20). Temáticamente, estas ordenanzas tienen que ver con nuestros convenios, limpieza, obediencia y preparación, todas conductualmente necesarias para que tengamos el poder de realizar el viaje de regreso a casa.

Estas expresiones personalizadas de amor y poder divinos de todos modos nos importan mucho más que intentar enumerar las asombrosas galaxias o comparar el número de planetas con el de estrellas. Nosotros los profanos en la materia no lo podríamos comprender de todas formas. El obtener santificación espiritual importa muchísimo más que las cuantificaciones cósmicas.

Así que, al ensanchar nuestra visión, tanto del universo como de los extensos propósitos de Dios, nosotros también podemos exclamar reverentemente, “¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios!” (2 Nefi 9:13).

Por tanto, al explorar, meditar y aprender, ciertamente debemos estar llenos de asombro, así como también debemos ser intelectualmente mansos. El Rey Benjamín nos aconsejó con estas palabras simples y a la vez profundas:

“Creed en Dios; creed que él existe, y que creó todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra; creed que él tiene toda sabiduría y todo poder, tanto en el cielo como en la tierra; creed que el hombre no comprende todas las cosas que el Señor puede comprender” (Mosíah 4:9; cursiva agregada).

Desgraciadamente, en nuestra época, hermanos y hermanas, hay algunos que creen que si no pueden comprender algo, entonces Dios tampoco puede comprenderlo. Irónicamente, algunos en realidad prefieren a un “Dios pequeño”. Mejor para todos nosotros, tanto los científicos como los no científicos; ¡en lugar de tratar de hacer de menos a la divinidad, tratar de dar más importancia a nuestra humildad personal!

Con todo lo espectacular de lo que la ciencia ha aprendido acerca del universo hasta ahora, aún así es muy poco. De la imagen de 1995 del Hubble, de un “campo profundo”, se dijo que “dicha muestra, la más profunda que jamás se haya tomado de los cielos, cubría. . . ‘una partícula del cielo de sólo la anchura de una moneda de diez centavos de dólar situada a unos 23 metros’”.16

¡El alma se conmueve, hermanos y hermanas!

Sea cual sea la propia muestra que recibió Moisés, no es de extrañar que se sintió sobrecogido y “cayó a tierra” diciendo que “el hombre no es nada” (Moisés 1:9–10).

Misericordiosamente, aunque de manera asombrosa, la revelaciones nos dan certeza del amor de Dios: “Ahora bien, hermanos míos, vemos que Dios se acuerda de todo pueblo, sea cual fuere la tierra en que se hallaren; sí, él tiene contado a su pueblo, y sus entrañas de misericordia cubren toda la tierra. Éste es mi gozo y mi gran agradecimiento; sí, y daré gracias a mi Dios para siempre. Amén. (Alma 26:37).

De modo que, hermanos y hermanas, el Señor se acuerda de cada una de Sus muchas creaciones. Fíjense una vez más en los muchos “puntitos” en sólo un sector de nuestra galaxia de tamaño común y corriente, la Vía Láctea:

Él las conoce todas. Piénsenlo. Así como el Señor conoce cada una de estas creaciones, también conoce y ama a cada uno de los que se encuentran en este grupo, o en cualquier grupo; de hecho, ¡a cada miembro de la humanidad! (véase 1 Nefi 11:17).

La determinación divina es muy tranquilizante, tal como lo indican estas palabras en Abraham: “No hay nada que el Señor tu Dios disponga en su corazón hacer que él no haga” (Abra­ham 3:17). Su capacidad es tan extraordinaria que dos veces en dos versículos del Libro de Mormón nos recuerda cortés y a la vez determinadamente que Él realmente es “capaz” de efectuar su propia obra (véase 2 Nefi 27:20–21). ¡Y sí que lo es!

Además, ¡el orden se refleja en las creaciones de Dios!

“Y vi las estrellas, y que eran muy grandes, y que una de ellas se hallaba más próxima al trono de Dios; y había muchas de las grandes que estaban cerca; . . .

“Y así habrá la computación del tiempo de un planeta sobre otro, hasta acercarte a Kólob, el cual es según la computación del tiempo del Señor. Este Kólob está colocado cerca del trono de Dios para gobernar a todos aquellos planetas que pertenecen al mismo orden que aquel sobre el cual estás” (Abraham 3:2, 9; cursiva agregada).

Un científico dijo de la configuración cósmica, “Puede que estemos viviendo entre gigantescas estructuras de panales o células”.17 Algunos científicos dicen que ciertas galaxias “parecen estar organizadas en una red de hilos, o filamentos, rodeando regiones del espacio grandes y relativamente vacías, conocidas como huecos”.18 Otros astrónomos dicen que han descubierto un “enorme . . . muro de galaxias, . . . la mayor estructura observada del universo hasta la fecha”.19 Encomiablemente, esos científicos siguen adelante.

Sin embargo, claro está que para nosotros la tierra nunca fue el centro del universo, ¡como muchos una vez creyeron ingenuamente! Tampoco hace muchas décadas que muchos también pensaban que la Vía Láctea era la única galaxia en el universo.

Pero cuanto más sabemos, más vitales se hacen las preguntas de por qué y sus correspondientes respuestas. Sin embargo, las respuestas a las preguntas de por qué se obtienen sólo mediante revelación dada por Dios el Creador, y todavía hay más por venir:

Todos los tronos y dominios, principados y potestades, serán revelados y señalados a todos los que valientemente hayan perseverado en el evangelio de Jesucristo.

Y también, si se han fijado límites a los cielos, los mares o la tierra seca, o el sol, la luna o las estrellas,

todos los tiempos de sus revoluciones, todos los días, meses y años señalados; y todos los días de sus días, meses y años, y todas sus glorias, leyes y tiempos fijos, serán revelados en los días de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, (D. y C. 121:29–31).

Por lo tanto, hermanos y hermanas, al contemplar el universo, no vemos un caos inexplicable o agitación cósmica. En cambio, los fieles ven a Dios “obrando en su majestad y poder” (D. y C. 88:47). Es como ver un ballet cósmico divinamente coreografiado, ¡espectacular, tenue y tranquilizante!

Aun así, en medio de nuestro sentimiento sobrecogido por la maravilla y el asombro, “los afanes del mundo” pueden vencernos (véase D. y C. 39:9). La rutina aburrida y la repetición pueden causar que miremos indiferentemente hacia abajo en lugar de reverentemente hacia arriba y afuera. Podemos quedarnos separados del Creador, quien en esos momentos parece una estrella lejana y distante: “Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5:13).

Sabemos que el Creador del universo también es el Autor del plan de felicidad. Podemos confiar en Él. Él sabe perfectamente qué es lo que trae felicidad a Sus hijos (véase Mosíah 2:41; Alma 41:10).

Mientras tanto, a medida que algunos experimentan situaciones de la vida diaria en las que sienten falta de amor y aprecio, aún pueden saber que Dios sí los ama. Sus creaciones así lo testifican.

Por tanto, podemos confesar Su mano en nuestras vidas individuales al igual que podemos confesar Su mano en el asombroso universo (véase D. y C. 59:21). Si confesamos Su mano ahora, algún día nosotros que somos “mecidos” entre Sus creaciones podremos incluso saber cómo es ser recibidos “en los brazos de Jesús” (Mormón 5:11).

El reverente regocijo, alentado ahora por estas palabras, existió hace mucho, mucho tiempo. Cuando el plan del Creador se presentó en la premortalidad, algunos “se regocijaban” (Job 38:7). ¿Por qué no? pues “existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25). Que sean bendecidos para poder transmitir a sus alumnos lo contagioso de su reverencia y asombro acerca de las creaciones del Señor y de Su plan para nosotros.

Para terminar, testifico que la asombrosa obra de Dios es más grande que el universo conocido. Además, testifico que los planes de Dios para Sus hijos anteceden a Su provisión de este hermoso planeta para nosotros. En el santo nombre de Jesucristo, amén.

© Intellectual Reserve, Inc.

Notas

1. Saint Anselm: Basic Writings, trans. Sidney Norton Deane, 2nd ed. (La Salle, IL: Open Court Publishing, 1962), 7.
2. Carl Sagan, Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in Space (New York: Ballantine Books, 1994), 50.
3. Morris L. West, The Tower of Babel (New York: William Morrow, 1968), 183.
4. José Smith, Enseñazas del Profeta José Smith, comp. Joseph Fielding Smith (Salt Lake City: Deseret Book, 1976), 267.
5. J. Reuben Clark Jr., Behold the Lamb of God (Salt Lake City: Deseret Book, 1962), 17.
6. Stephen W. Hawking, A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes (New York: Bantam Books, 1988), 126.
7. Freeman J. Dyson, “Energy in the Universe,” Scientific American 224, no. 3 (September 1971): 59.
8. Ralph Waldo Emerson, “Nature,” in The Complete Works of Ralph Waldo Emer­son, centenary edition, 12 vols. (Boston: Houghton Mifflin, 1903), 1:7.
9. Stephen Strauss, “Universe May Have Regular Pattern of Galaxies, New Find­ings Suggest,” Deseret News, March 4, 1990, 2S.
10. Stuart K. Hine, “How Great Thou Art,” Hymns (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1985), no. 86.
11. Alexander Pope, “Essay on Man,” in The Poems of Alexander Pope, ed. John Butt (New Haven, CT: Yale University Press, 1963), 504–505.
12. Stephen Hawking, Black Holes and Baby Universes and Other Essays (New York: Bantam Books, 1993), 99.
13. Albert Einstein, in Ronald W. Clark, Einstein: The Life and Times (New York: World Publishing Company, 1971), 19.
14. Allen Sandage, “A Scientist Reflects on Religious Belief,” Truth Journal, Internet edition, vol. 1 (1985), leaderu.com/truth/1truth15.html.
15. Wendell Berry, “Christianity and the Survival of Creation,” in Sex, Economy, Freedom, and Community: Eight Essays (New York and San Francisco: Pantheon Books, 1993), 103.
16. Michael Benson, “A Space in Time,” Atlantic Monthly 290, no. 1 (July–August 2002): 105.
17. David Koo, in Strauss, “Universe May Have Regular Pattern,” 2S.
18. Chaisson and Steve McMillan, Astronomy Today (Englewood Cliffs, NJ: Pren­tice Hall, 1993), 559.
19. Corey S. Powell, “Up against the Wall,” Scientific American 262, no. 2 (February 1990): 19.


Fuente: Estudios SUD (mundolds.blogspot.com).